A menudo, el bullying se convierte en un problema mayor cuando los adultos intervienen.
Escrito por Izzy Kalman en inglés el 30 de mayo 2014 en Resilience to Bullying.
Recientemente, un importante estudio de investigación ha sido noticia. El acoso entre hermanos ha ido aumentando en los últimos años. Esto se suma a otro importante estudio en el que se descubrió que los niños que tienen programas anti-bullying en sus colegios son más propensos a sufrir acoso que aquellos que no cuentan con dichos programas en sus escuelas.
¿Por qué ocurre esto?
Durante los últimos quince años, el mundo ha dirigido una guerra contra el bullying. La sociedad al completo ha adoptado el mensaje «anti-bullying». Los colegios vienen anunciando que no van a tolerar el acoso y que los niños deben comunicárselo a una figura de autoridad para que cuando se dé una situación de acoso, esta pueda intervenir y solucionar el problema.
Las revistas para padres han bombardeado a los mismos con avisos de que no deben tolerar ningún tipo de acoso entre sus hijos, que deben intervenir inmediatamente cuando eso ocurra y que deben llevar a los niños acosadores a terapia.
¿Por qué la situación está empeorando tanto en el colegio como en casa? ¿No debería ir a mejor?
El razonamiento científico nos insta a considerar que quizás nuestra intervención podría estar teniendo efectos negativos no intencionados. Por mucho que nuestras intenciones sean buenas, los resultados no tienen por qué ser positivos.
Si hacemos algo para resolver un problema, pero el problema empeora, debemos contemplar seriamente la posibilidad de que nuestra intervención haya tenido algo que ver con eso.
En los años 30, quedó claro que la guerra contra el alcohol estaba haciendo más mal que bien, por lo que dicha guerra se abolió.
Recientemente, se ha reconocido que la guerra contra la marihuana también está causando más perjuicio que beneficio, por lo que esta guerra también está en proceso de detenerse.
Sin embargo, como «hacer la guerra contra el bullying» suena tan increiblemente bien, seguimos intensificándola.
El saber general sobre cómo debemos lidiar con el bullying no está basado en la ciencia, sino en nuestras creencias. Uno de los principios básicos de la creencia anti-bullying es que los niños deben acudir a una figura de autoridad cuando sufren acoso.
Los beneficios de esta acción deberían tratarse como una hipótesis a falta de comprobar, y sin embargo, los investigadores en el campo del acoso la tratan como un axioma (una verdad tan evidente que no necesita demostrarse).
A pesar de que existe un gran número de investigaciones que muestran que los populares programas de prevención del bullying que apuestan por denunciar la situación de acoso no funcionan bien (o que incluso aumentan el bullying) contarlo sigue siendo una base inquebrantable del dogma anti-bullying.
Antes de continuar, es importante recordar en qué consiste el bullying.
La palabra bullying evoca imágenes de psicópatas criminales que someten a niños indefensos a violencia física. Desde luego que las autoridades han de intervenir en estos casos, pero éstos son escasos.
De acuerdo con la definición de la psicología moderna que usan los colegios y la sociedad, el bullying o acoso escolar es aquella situación en la que la gente te trata de una manera que no te gusta.
Así pues, la mayoría de los actos de bullying consisten en insultos, rumores, gestos, exclusión social y casos de agresión típicos de la infancia que no causan lesiones.
Prácticamente todos nos involucramos en esas actividades y todos podemos ser acusados de acoso basándonos en este criterio. Incluso muchas víctimas del bullying son acusadas de ser acosadores, pues responden con agresividad al hecho de ser acosadas.
La gente cree que si los niños contarán siempre a los adultos que están siendo acosados, estos últimos podrían parar el acoso.
Sería fantástico que eso fuera verdad. Y podría ser verdad si los adultos realmente hicieran aquello que funciona, que es enseñar a los niños y niñas a manejar el bullying por ellos mismos sin ponerse en contra de aquellos de los que se quejan.
A veces, contarle el problema a un adulto funciona, pero, desgraciadamente, a menudo hace que la situación empeore (algunas veces de manera radical).
Si examinas los casos de bullying que son noticia por haber violencia implicada en ellos, descubrirás que la violencia casi siempre tiene lugar después de que las víctimas informen a las autoridades escolares, que ahora deben actuar como organismos de seguridad protegiendo a las pobres víctimas de los malvados abusones y llevando a estos últimos ante la justicia.
El proceso según el cual una persona trata de ayudar a una aparente víctima de un aparente acosador en el ámbito de las hostilidades normales de la vida (es decir, en todas aquellas que no incluyen crímenes de violencia) se conoce en psicología como triangulación.
El «salvador» inconscientemente intensifica las hostilidades entre las dos partes, una parte pasa a ser hostil también contra el salvador y, al final, la existencia del salvador impide que las dos partes encuentren una manera de resolver sus problemas.
Un método seguro para que la gente te desprecie es convertirte en un chivato. Pruébalo. La próxima vez que tu vecino ponga la música alta por la noche, en lugar de ir a hablar con él, llama a la policía. Verás cómo te tratan tus vecinos a partir de ese momento.
La mayoría de expertos en problemas de rivalidad entre hermanos reconoce que la principal causa es la triangulación.
Los padres son las personas más importantes en la vida de ambos niños. Una vez que los padres se meten en medio, jugando a ser detectives, siendo jueces y verdugos, ambos quieren desesperadamente tener al padre o madre de su lado.
Los niños se convierten en acusadores, hablan contra el otro intentando que la persona más importante para ambos se enoje. Conforme defienden sus posiciones, las dos partes se enfadan más con el otro.
Además, el que pierde el juicio también se enfada con sus padres y busca la siguiente oportunidad para empezar una pelea en un intento de poner a los padres en contra del hermano o hermana. Por otro lado, el ganador intenta empezar más peleas para mantener a los padres de su lado.
De esta manera, el ciclo de peleas nunca acaba y los padres se vuelven locos intentando parar estas peleas sin darse cuenta de que son ellos quienes hacen que sigan y las intensifican.
Lo mismo ocurre en los colegios. Tan pronto como un niño informa a las autoridades escolares de que está siendo acosado, ya se ha dispuesto el escenario para que las cosas empeoren.
Imagina que tú y yo somos niños que estamos en el colegio y yo cuento a los maestros que me estás acosando. Entonces, un funcionario escolar comienza una investigación e informa a tus padres de que eres un presunto abusón.
¿Admitirías tu culpa?, ¿voy a caerte mejor a partir de ahora? No, me odiarás e intentarás culparme.
Tus padres seguramente se pongan en mi contra, le contarás a todos tus amigos que soy un chivato y también se pondrán en mi contra. Querrás vengarte, posiblemente intentarás devolvérmela de alguna forma.
Resumiendo, la intervención externa por parte de autoridades en el colegio solo empeora la situación.
Sin embargo, creemos que los colegios tienen el poder de hacer que el bullying pare. Por eso, cuando tras denunciar el acoso las cosas se ponen peor para el niño o niña, los padres acusan al colegio de no haber hecho lo suficiente para parar la situación de acoso, es decir, piden medidas más drásticas.
La realidad es que los colegios se esfuerzan mucho para acabar con el bullying, pero lo que hacen normalmente lo empeora.
¿Significa esto que los niños no deben denunciar su situación nunca? No, pero lo realmente importante es que los adultos sepan cómo actuar para mejorar la situación.
Desgraciadamente, la mayoría no sabe.
Creemos que nuestro trabajo consiste en hacer de detectives y juzgar poniéndonos de parte de la supuesta víctima y en contra del presunto abusón, al cual creemos tener que castigar y/o rehabilitar.
Descubrir verdades objetivas no es fácil, como cualquier investigador o policía podrá corroborar, y, como cualquier juez podrá confirmar, repartir verdadera justicia tampoco lo es. Investigaciones y juicios casi siempre tienen como resultado un aumento de las hostilidades entre ambas partes.
A continuación, presento una breve guía para saber cuándo denunciar la situación sí es aconsejable:
- Siempre es bueno que el acosado acuda a una figura de autoridad en situaciones en las que hay otros (compañeros o hermanos) que les están molestando y piden que alguien les explique qué hacer para parar esas situaciones. Por supuesto, es importante que los adultos realmente sepan qué consejo darles, (en estos casos, aplicar la comunicación no violenta sin duda es buena idea).
- Es importante acudir a un adulto cuando se ha cometido un crimen o para evitar que este suceda. No es aceptable que nadie pegue, viole, robe o destroce cosas de valor de otro.
- Si los niños ven que otro niño parece triste y aislado, deben contárselo a los adultos para que estos puedan intentar descubrir qué le pasa y ofrecerle la ayuda que pueda necesitar.
Generalmente, el acoso escolar no debe contemplarse como un comportamiento criminal, sino verbal y relacional. Es algo que ocurre en sociedad a lo largo de toda la vida, no sólo en colegios.
Los niños necesitan que se les enseñe cómo manejar estas situaciones por ellos mismos. También es importante que se les enseñe a evitar amenazas físicas y confrontaciones, pues no siempre va a haber un adulto cerca para salvarlos.
Caerán mejor y se ganarán mucho más fácilmente el respeto de sus compañeros si tratan directamente con el problema en lugar de chivarse. Además, también su autoestima será mayor.
Artículo original: https://www.psychologytoday.com/blog/resilience-bullying/201405/why-telling-bullies-backfires
Traducido por Marina Serrano Miralles, revisado por Mireia Álvarez y Adrián Pérez.
Gema dice
Trabajo en un proyecto de prevención del acoso escolar y, tras leer este artículo se me abren varios interrogantes. Estoy de acuerdo con que en la mayoría de los casos, la denuncia agrava el problema, debido entre otras cosas a quien los protocolos aplicados incluyen casi exclusivamente medidas punitivas y no formativas y a que tampoco se realizan seguimiento de adecuados de los mismos que incluyan acciones concretas en el grupo.
Pero, qué es lo que proponen para prevenirlo? El artículo no habla de qué herramientas necesita un niño para no convertirse en acosador ni en acosado. Más bien parece quedarse en el mito tan repetido de que «son cosas de niños que deben manejar ellos solos para curtirse». En este punto o estoy en absoluto de acuerdo. Sí es cierto que el bullying existe en todos los ámbitos (lo que no dudo), no por ello debemos dejar de preguntarnos por qué esto es así, qué tipo de sociedad estamos aceptando como normal, y qué comportamientos estamos dando por válidos por el hecho de estar normalizados. Porque la empatía no surge por ciencia infusa y es esta falta de empatía lo que impide a un acosador entener el daño realizado.
Más educación emocional podría suponer una diferencia. No olvidemos que las heridas emocionales que deja el acoso son para siempre. Y que tendemos a repetir la historia, a menos que la cambiemos.
Jesus Reyero dice
Estupendo…!!!! Maravilloso…!!!
He acudido a su artículo buscando soluciones e información de como averiguar que lo que sufre a diario mi hija en el colegio es acoso, bullying o como usted lo quiera llamar, o no. Lo único que me ha quedado claro es que lo que llamamos bullying no es tal, y que lo padres que creemos que nuestros hijos sufren bullying no somos mas que unos «histericos acelerados» y que probablemente sea culpa nuestra…
Flaco favor le hace usted a la solución del problema…
Mejor… explíquele usted el «texto» a los padres cuyos hijos han sufrido bullying y el desenlace ha sido el suicidio… pocos si… afortunadamente… pero los ha habido. Explíqueles a ellos que denunciar el bullying en contraproducente y que son ellos los culpables de que sus hijos hayan sufrido bullying…
Por desgracia uno de esos casos me toca de cerca y su opinión no solo me parece una falta de respeto hacia ellos, sino un insulto.