Hace ya unos cuantos meses, antes de empezar mi viaje en familia por el sudeste asiático, hablé con Yvonne Laborda largo y tendido, y hoy, por fin, tengo el placer de presentaros la versión escrita de nuestra charla.
En ella hablamos de los cambios en la pareja cuando nos convertimos en padres, sobre la niñez, la educación e incluso sobre los efectos de viajar sobre los hijos.
Espero que disfrutéis y podáis sacar mucho de esta.
Cuando dejamos de ser una pareja y nos convertimos en una familia con hijos, ¿qué dirías que es lo que más cambia?
Te cambia la vida, casi que sería más fácil decir qué es lo que no cambia.
A mí me cambió todo, absolutamente todo, no sabría por dónde empezar. Cambió mi forma de ver la vida, cambió la relación que tenía con mi propia familia, cambió la relación con Andreu, cambió todo.
Yo era profe, había ejercido de profesora durante quince años. Me cogí seis meses, pensado en, bueno, más o menos seis meses de lactancia, luego vuelvo… a los dos meses de tener a Ainara lo tenía clarísimo. Y yo dije, es que no, yo no vuelvo a trabajar, me voy a pedir por lo menos un año o dos y luego a ver qué pasa, pero un año o dos era la excusa.
Dentro de mí, lo tenía claro, yo no vuelvo; pero bueno, me pedí un año.
Luego me quedé embarazada de Urtzi, nuestro segundo hijo, me pedí otro año, luego me dijeron que si voy, que si no voy, Ainara tenía tres añitos, que si cole, no cole. Porque ya teníamos clarísimo que guarderías no.
Tuvimos claro que no les íbamos a llevar al cole y dije, me pido tres años y luego ya, evidentemente, después de los tres años tienes que elegir, y elegí no volver. Y ya cambié de profesión, me acabé de formar en psicoterapia Gestalt, Biografía humana. Luego ya seguí por este otro camino, me he hecho escritora, etc.
Resumiendo, a mí me ha cambiado la vida, yo me he ido reinventando. No solo por la maternidad, sino por el tipo de maternidad que he querido llevar: crianza consciente, educación consciente y emocional, no quería escolarizar…
Entonces, como toda nuestra vida gira en torno a esta filosofía de vida que nosotros llevamos se ha tenido que mover todo: nuestra forma de vivir, la casa, la economía, el trabajo… me he buscado una forma para poder trabajar pues 70% de mi trabajo es virtual, con un ordenador delante.
Yo era anti ordenador, anti móviles, anti todas estas cosas. Ahora son mis herramientas.
Amo mi ordenador amo mi tablet y amo mi móvil porque me dan esa libertad para poder estar viviendo eso que yo quiero, a pesar de tener que tener la dependencia de estos cacharritos. A mí me ha cambiado la vida totalmente, también a nivel personal.
Soy una persona que, por mi historia personal, ya me había trabajado mucho emocional y terapéuticamente, también mucho de mi padre, de mi madre de mí misma, por circunstancias y pensaba que era una persona totalmente equilibrada, totalmente sana, y que bueno, que estaba preparada para ayudar al mundo.
Cuando nació Ainara me di cuenta de que… todo eso se me vino abajo, esa presencia, ese conectar ese… y ahí me di cuenta del camino que me quedaba, lo que me queda todavía.
Estoy en un mundo de ayuda y soy terapeuta, pero vamos, que de lo que más comparto es desde mi vivencia real, ya no infantil, sino de la madre, desde lo difícil, desde lo que cuesta y cómo se puede conseguir, eso también hay que decirlo.
Yo siempre digo que dar a mis hijos lo que yo no tuve me sanó y por eso tengo que compartirlo, pero a mí me ha cambiado la vida, podría hablar horas y horas, al final…
¿En relación a tu pareja, qué es lo que más te cambio la maternidad?
Lo que más nos afectó y lo que más se noto es como una desconexión porque, claro, toda mi atención, incluso mi libido, toda la oxitocina que mi cuerpo producía, mis pechos, la leche… todo eso estaba volcado en la criatura, y luego en las dos criaturas, y luego en las tres criaturas.
Por tanto, Andreu quedó fuera de ese espacio, no sé cómo decirlo, desde lo íntimo.
Aprendimos a relacionarnos de otra forma, aprendimos a relacionarnos desde la mirada, desde la palabra, desde el masaje, desde el sexo tántrico, un roce y ya, por hoy ya vale… todo cambió.
Nosotros éramos una pareja muy convencional, nos habíamos emparejado, como muchas otras parejas, por atracción, nos gustamos, hablamos, empezamos, si que fue igual un poquito distinto porque nos conocimos haciendo el Camino de Santiago, no nos conocimos en una discoteca.
Pero bueno, fue una experiencia bastante normal y los encuentros entre él y yo eran muy corporales, muy pasionales y todo eso es lo que más cambió.
Hemos aprendido a comunicarnos desde otro lugar, más desde nuestra necesidad, desde el yo, desde el qué me pasa. Nos hemos convertido en mejores personas y nuestra relación ha mejorado brutalmente.
Esa distancia que parecía, que hubo un poquitito al principio, porque mi atención estaba más volcada en los niños. También tengo que decir que a mí me ayudó mucho que Andreu no fue, ni es un marido demasiado demandante, él comprendía esa parte, entendía que yo estaba por y para los niños, ha entendido la lactancia, ha entendido la crianza… ha entendido que mi libido ha estado más de cintura para arriba y no tanto de cintura para abajo.
Él me ha apoyado mucho en esto de la crianza y la educación, él ha hecho posible que nosotros podamos estar también viviendo este tipo de mentalidad y de filosofía, él sí que me acompañó.
Hay papás que por circunstancias les cuesta más acompañar desde ahí y entonces, hay más conflictos en la pareja. Yo en ese aspecto, tengo que dar gracias a Andreu, yo me he sentido muy apoyada.
Y cómo llevaste tú esto, desde la parte de la madre. ¿No te sentiste encerrada? ¿Cómo viviste que tu pareja, el padre, saliese a trabajar mientras tú te quedabas en casa con las criaturas?
Como yo tenía que estar dando mucho… Mucho es un juicio, así que digamos mejor más de lo que yo podía sostener. Yo estaba dando lo que Ainara necesitaba y Urtzi necesitaba, luego, posteriormente vino Naikari, pero claro, a mí la demanda de Ainara y la demanda de Urtzi…
Yo vivía la demanda como muy elevada, pero quizás era por mi inmadurez emocional, o por mi incapacidad emocional de poder conectar, fusionar, y estar dando lo que ellos necesitan porque, quizás, no tenía tanto para dar porque tampoco había recibido suficiente, como que igual llegué a la maternidad con la cuenta emocional con números rojos por mi historia personal.
Yo quería satisfacer la demanda, quería dar, quería acompañar…
Desde la primera infancia que ellos piden, piden, piden… cuando llegaba él era como que yo estaba un poco ahogada. Entonces, a veces, proyectaba en él esa carencia, esa necesidad, esas necesidades mías no satisfechas.
Quería que me mimara mucho, que me ayudara mucho. La demanda que no podía sostener de los niños luego la desplazaba en él. Entonces, a él, emocionalmente, le pedí mucho. Y él unas veces podía darme y otras no.
Pero ese es uno de los procesos en lo que a mí la maternidad me ayudó muchísimo, en ese aspecto también, por lo menos los dos primeros años o tres que se reestructuró todo eso y me di cuenta de lo que realmente estaba pasando y todo cambió muchísimo.
Pero sí, me sentía un poco sola, y como esta manera de criar, de educar, por lo menos en mi entorno, no es común, me sentía un poco sola, con esto del pecho a demanda, de no llevarles a al guardería, etc.
También tienes que estar recibiendo un poco la mirada, o la crítica o el juicio o el cuestionamiento de la sociedad, de amigos, de familiares. Y eso años fueron un poquito, no quiero decir duros, pero sí de reacomodar, de reestructurar…
Hay muchos casos en los que el padre, con el nacimiento de los hijos, se empieza a centrar más en el trabajo o en otros hobbies y cosas de estas. ¿Cómo fue vuestro caso?
Andreu fue al principio el que trabajaba pues se enfocaba en lo de fuera y en trabajar.
Había veces que él acababa a las cinco, a veces a las seis, a veces a las ocho, incluso tenía temporadas que se iba dos o tres días fuera por reuniones o por cosas de trabajo.
Pero él, cuando volvía estaba bastante en el aquí y en ahora, el podía hacer ese clic, ese conectar-desconectar, ese on-off.
Yo creo que lo que son hobbies los desplazó bastante. Ahora sí que los ha retomado un porque hay más tiempo. Sin embargo, cuando eran chiquitines, pues no, o estaba fuera o estaba en casa por y para la familia.
He podido comprobar que, en otras familias, sí que ocurre. Que a veces sí que crea un poco de conflicto o de distanciamiento, porque es como que la mamá se dedica a la crianza absolutamente y el papá tiene su trabajo, pero también, claro, cuando llega a casa quiere su tiempo para su hobby, o para estar solo… y claro, eso también es legítimo…
A muchas mujeres nos cuesta aceptar eso, “ahora que vienes del trabajo vas a hacer lo tuyo, ¿y nosotras qué?”.
En mí caso no me ha pasado porque cuando llegaba era como decir, pues ya estamos los cinco juntos. Yo he podido comprender bastante esa necesidad porque también la tengo. Yo también lo necesitaba. Aparte de ser madre y de ser pareja necesitas ser mujer.
Andreu y yo siempre nos hemos dado ese tiempo: tiempo para mí, tiempo para él, tiempo para estar en familia, tiempo para estar con un hijo, con el otro, los cinco.
Creo que parte de nuestro éxito familiar o equilibrio emocional en casa es que hemos respetado mucho esas necesidades legítimas que cada uno tiene. Por lo menos las hemos sabido identificar, no proyectar, como por ejemplo, a mí me pasaba al principio.
Que a lo mejor, yo proyectaba un poco en él, pero realmente lo que necesitaba era más tiempo para mí, tiempo que no podía tener porque las criaturas eran chiquitinas.
Supimos equilibrar y respetar esos tiempos, yo creo que es clave, hay que legitimar y validar tanto las necesidades de los niños como las de los padres.
Tú hablas a menudo con madres y padres, ¿qué son hoy por hoy los puntos que más nos cuestan en la relación con nuestros hijos?
Gestionar las emociones. Creo que necesitamos controlar las emociones y el comportamiento del niño cuando el adulto se descontrola, es como que para que el adulto no se descontrole, necesita controlar.
Cuando nosotros, los adultos, no podemos gestionar nuestras propias emociones, lo qué me pasa a mí, lo que siento yo, cómo voy a reaccionar… en esos momentos, necesitamos controlar al niño.
Creo que esa necesidad de control, todo dentro de la crianza respetuosa, del apego natural e incluso consciente (que consciente no significa ni mejor ni peor, la crianza consciente es simplemente tomar consciencia). ¿Qué es lo que están necesitando y pidiendo y qué es lo que yo puedo estar ofreciendo, sosteniendo, y qué me pasa a mí cuando le pasan cosas al niño?
Creo que lo que más nos cuesta es esa parte, poder entender, conectar con la vivencia real infantil del niño.
Ahora acabo de escribir un libro, que está a punto de salir, lo están maquetando, estamos diseñando la tapa y lo he titulado Dar voz al niño.
Nos cuesta mucho dar voz a los niños y conectar con su vivencia infantil, lo que realmente están sintiendo.
Los adultos estamos más conectados con ¿qué necesito yo? y ¿qué me pasa a mí? y ¿cómo me siento yo? Así, esperamos que sea el niño quien se adapte a eso que le pasa al adulto.
Ese sería el problema. Luego, sí queremos profundizar en él, tendríamos que profundizar en qué nos pasa, qué nos imposibilita sentir al niño, qué nos imposibilita dar voz al niño. De ahí ya tendríamos que dar un pasito un poquitito más atrás y comprender de dónde venimos, qué nos paso, qué distancia hay entre lo que nosotros necesitamos y lo que nosotros obtuvimos…
Con todo, incluso sin hacer ese paso para atrás, simplemente en el aquí y en el ahora, creo que lo que más nos cuesta es eso, aceptar que los niños tienen una experiencia y una vivencia y nosotros otra y poder respetarles y no intentar cambiarles o corregirles y controlarles.
¿Qué es lo que más te sorprende en los niños?
Su espontaneidad, su autenticidad, su conexión, su pureza.
Ellos saben lo que sienten, es la verdad absoluta, al menos si no es un niño que ha tenido que aprender a congelarse o a anestesiarse o a reprimirse por su entorno, si es un niño medianamente escuchado y respetado.
Lo que me maravilla es esa espontaneidad y esa contundencia del niño que puede venir y decir: «mamá, no me gusta esto» o «no me apetece más de esto».
Por otro lado, me sorprende mucho ver que también hay niños que han perdido eso. Eso me entristece, me abruma, me hace llorar, por dentro y por fuera. Ver que hay niños que están desconectados, que están anestesiados, apagados. Han tenido que apagar esa autenticidad pura y esa conexión con su ser por desconfianza, porque ya no pueden confiar en lo que están necesitando y sintiendo porque se supone que me estoy equivocando.
¿Y lo que más te sorprende en los jóvenes?
Veo mucho refugio, veo muchos jóvenes muy desconectados de la persona que realmente han venido a ser, veo jóvenes muy perdidos, no saben qué quieren, no saben qué sienten, jóvenes muy inseguros a los que les cuesta decidir, que no tienen pensamientos propios. Están muy pendientes de cómo tienen que ser, qué es lo correcto, pendientes de todo: cómo hay que vestir, cómo hay que hablar, qué lugares hay que frecuentar…
Los veo muy sometidos, como adaptados, muy anestesiados, muy desconectados, emocionalmente hablando.
Para mí la adolescencia es como el segundo nacimiento. El primer nacimiento es cuando nacemos de mamá y el segundo nacimiento, es en la adolescencia, por decirlo de alguna forma, cuando salimos al mundo que se supone más solos.
Pero claro, salimos al mundo con todo lo que hemos obtenido en nuestro hogar y todo lo que hay en casa o con todo lo que nos ha faltado.
Así, por un lado nos encontramos todos estos jóvenes como muy desconectados de quien realmente son y que están viviendo una vida que alguien ha decidido por ellos, pero también vemos muchos muy enfadados y muy rebeldes, que también están actuando muy compulsivamente, o muy a la contra, muy, en casa se hace esto, pues yo voy a hacer lo otro.
Luego, evidentemente, también hay adolescentes que tienen las cosas súper claras, que saben perfectamente lo que quieren, que lo buscan, que lo piden, que se rodean de personas que les ayudan.
He visto jóvenes que he dicho, ojalá hubiese sido yo ese adolescente. Pero, por lo general, no ha sido así.
Yo soy una observadora nata del comportamiento humano. Me gusta salir a la calle y ver cómo una mamá se relaciona con un niño, cómo las parejas jóvenes se miran…
Precisamente ahora estoy mirando mucho a los adolescentes porque nuestra hija mayor ha entrado en la pre-adolescencia y también quiero empezar a escribir más sobre este tema.
El otro día estuve en una cafetería escribiendo, pero en un momento paré y estuve así, como desde la lejanía escuchando lo que decían unos jóvenes. Hay de todo un poco, pero esta etapa que tendría que ser de desplegar toda la vocación, toda la pasión, crear ese ser que yo he venido a ser…
Muchas veces nos encontramos que en primera infancia, cuando realmente de chiquitines están más conectados consigo mismos saben lo que quieren y lo expresan, pero si eso no es recogido, ni tenido en cuenta, luego, en la adolescencia cuesta reencontrarse.
Estoy hablando en general, claro. Si ahora hablamos de niños educados en casa, un poquito más respetados, que no han pasado por el sistema educativo, que han podido aprender a su ritmo, las cosas son diferentes. Porque claro, en el sistema educativo tenemos también ese mensaje de que hay que aprender lo que toca, cuando toca y al ritmo que toca. Eso también nos desconecta un poco de nuestra motivación, de nuestra curiosidad… porque tenemos que poner toda la energía en lo que toca y no en quien verdaderamente soy.
También conozco adolescentes que están escolarizados y muy conectados con su ser y que tienen las cosas bastante claras, pero es porque en casa ha habido mucha conexión e intimidad emocional. Quizás sí que han tenido que pasar por ese, esto toca ahora, pero en casa se les escucha, se les acompaña, se les respeta, se les da lugar…
En definitiva, tienen esa posibilidad de expresarse.
Pienso que es vital que un niño tenga la libertad y el permiso para ser quien es primero, para luego poder convertirse en quien ha venido a ser.
¿Qué es lo que crees que más infravaloramos los adultos en niños y jóvenes?
Su poder de decisión y sus necesidades, es como que nos cuesta dar legitimidad y validar lo que necesitan y lo que deciden.
Parece que el adulto sabe más y si un niño está necesitando algo, el adulto lo interpreta, lo juzga o lo critica según su visión, su creencia y su necesidad, decidiendo si lo que pide es apropiado o no.
¿Cuál crees que es el mayor problema de la escuela tradicional?
La escuela somete. El niño tiene que adaptarse, adaptarse tanto que no puede ser el mismo.
Si el niño conecta con sus verdaderas necesidades, no puede estar dentro de la escuela porque si quiere moverse, si quiere hablar, si quiere preguntar, si quiere entrar, si quiere salir… estamos hablando de cosas tan simples como ir al baño, moverse y hablar.
No se respetan esos ritmos vitales de beber, de comer, de ir al baño, de hablar, de moverse, incluso de dormir. Los niños tienen que madrugar, tienen que comer a la hora que toca, tienen que estar aprendiendo lo que toca y cuando toca y al ritmo que toca.
Quizás no está ni preparado, y a lo mejor no le gusta lo que están dando, a lo mejor no a ese ritmo, no sé, hay niños que a lo mejor les encanta leer o escribir o hacer fichas o hacer un proyecto de no sé qué, pero no a ese ritmo.
El colegio no está preparado para las necesidades de los niños, no les permite llegar a ser.
Parece que los colegios se han creado para los niños, pero no es así. El colegio se ha creado para la masa, para atender a muchos niños, que todos piensen igual, que todos aprendan al mismo ritmo…
El colegio unifica, iguala, no permite el ser individual, el tener criterio propio, el poder opinar, el poder decidir, el poder ser uno mismo. El niño tiene que convertirse en otra persona, en la persona que alguien decide que tiene que ser, pero no en quien ellos verdaderamente son.
En relación a los niños, ¿cuál es el mayor problema de la sociedad?
Pienso que la sociedad es un vivo reflejo de cada hogar. Cuando decimos la sociedad como si fuera algo ajeno a nosotros, nos equivocamos. “La sociedad esto, la sociedad lo otro…” ya, pero esto es un reflejo de los hogares.
Si los demás obedecemos a una figura que manda es porque quizás venimos ya de un lugar donde mamá y papá mandaban y nosotros teníamos que obedecer.
Si nosotros, individualmente, creamos un hogar donde todos tenemos voz, todas las necesidades son legítimas, si intentamos respetarnos, escucharnos, acompañarnos… la sociedad sería un reflejo de eso.
La sociedad en general cree que el adulto sabe qué, cómo, cuándo y a qué ritmo le conviene todo al niño, como si el niño no supiera qué necesita.
¿Qué es lo que el unschooling puede aportar a la civilización moderna?
Bueno, más que unschooling, yo juntaría, el unschooling con el aprendizaje autónomo y la crianza consciente, para mí van de la mano.
En cuanto a lo que puede aportar a la civilización, creo que es lo que más se acerca al diseño humano, creo que estamos, en general, actuando y viviendo de un modo muy alejado al diseño original, es decir, de lo que la naturaleza programó.
Para mí el colegio es algo muy artificial: se ha creado un centro, está vallado, los niños no pueden salir, es un horario fijo… eso para mí está muy alejado del diseño.
La enseñanza consciente y practicar un aprendizaje autónomo en casa nos puede permitir reconectar con nuestro orígenes, con lo auténtico, con lo verídico, el poder ser uno mismo. De esta forma, si todos conectamos con quien verdaderamente somos, todos podremos llevar a cabo nuestra verdadera vocación y nuestra pasión y estar ofreciendo al mundo aquello que el mundo necesita.
No estudiaremos esto o lo otro porque me lo manda mamá o papá, ni porque me da mejor sueldo o porque tengo más vacaciones, sino que estaremos ofreciendo al mundo aquello que el mundo necesita.
Todos tenemos un propósito, lo que pasa es que pocos estamos conectados con ese propósito, es como esa voz interior. Mucha gente dirá, bueno, pues yo no la oigo, yo no la tengo, lo que pasa es que pocos estamos preparados para pararlo todo, escucharla y llevarla a cabo.
Entonces, este tipo de aprendizaje y este tipo de crianza, a mi entender, lo que haría es recuperar el origen, crearía pues, no lo sé, más amor, más paz, más armonía, menos discrepancias, menos competitividad… porque cada uno estaría en el lugar donde le toca ofreciendo lo que hace falta, unos recibiendo y otro dando.
Has vivido también fuera de España durante largas temporadas. En lo que concierne a la relación con los niños, ¿qué es lo que más te sorprende de otras culturas que has conocido?
Yo viví en Australia en primera infancia también, hice parte del EGB porque mis padres viajaron por toda Europa y Asia, cuando yo era muy chiquitina con cinco años y al llegar a Singapur decidieron hacer el salto a Australia y ahí nos quedamos a vivir cuatro o cinco años.
La ida creo que fue año y medio viajando y la vuelta creo que fue unos diez meses, más o menos.
Luego he viajado mucho, pero de soltera, porque me gustaba estar en ONGs. Fui a Bolivia a hacer un campo de trabajo, fui a la India, Nepal… en fin, he viajado muchísimo, de los veinte a los treinta y dos años, pero ya sola, no en familia como vosotros.
Resulta sorprendente que cuanto más desarrollado es el país, más importancia se le da a la posesión y al conocimiento, y menos al ser, a la persona que somos.
He podido comprobar que, a veces, en esos otros países poco desarrollados que llamamos, más pobres, no lo son más que en algunos sentidos.
Yo he visto allí una riqueza humana, una riqueza interior, a veces brutal.
A mi entender, a veces, este progreso, este desarrollo que por un lado parece positivo, a veces es lo que hace que se apague un poquitito más esa parte, el ser, la autenticidad, la parte humana.
En estos otros países que desde fuera pueda estar pareciendo que no hay tanto desarrollo, que no hay tanta evolución, hay más ser.
Yo he estado en sitios (India o Nepal, por ejemplo) en los que hay una paz, una alegría, una conexión, un respeto, un dejar hacer, un validarlo todo y unas capacidades que nosotros hemos perdido.
Hemos perdido mucho la parte humana, la parte manual. Utilizamos mucho el raciocinio, la cabeza, entonces, claro, la escuela lo que hace es eso, potenciar la cabeza, la cabeza, la cabeza y nos olvidamos del sentir, nos olvidamos de lo creativo…
¿Qué efecto puede tener viajar sobre los niños?
No te puedo hablar por experiencia propia porque nosotros, Yvonne y Andreu y nuestros hijos Ainara, Urtzi y Naikari no somos una familia viajera. Quiero decir, sí que hemos ido a Inglaterra, a Alemania, a Escocia, a Francia, en familia, pero no hemos ido a Sudamérica, ni a Asia, ni hemos viajado por el mundo.
Sí conozco a familias, como a lo mejor vosotros (Irabela’s) u otras que conozco más a fondo que sí han viajado con los niños.
Sí que viajé de niña, porque mis padres sí viajaron y me llevaron con ellos. O sea, que te puedo hablar más desde la experiencia de la niña que viajó que desde la de la mamá que viaja con sus niños.
Yo creo que parte de cómo soy, una persona abierta, muy sociable, de mente abierta, que acepta muchas formas de vivir la vida, muchas culturas, con una curiosidad intelectual y cultural… creo que todo esto me lo dio aquel tipo de vida que teníamos de entrar, de salir y de relacionarme con muchos adultos.
Yo me relacionaba muchísimo con los adultos, preguntaba, a mí me cuidaban muchísimas personas…
Por otro lado, también he de decir que hubo cosas negativas en el sentido de que no había estabilidad, a veces no estábamos mucho tiempo en un sitio. A lo mejor no se tenían muy en cuenta mis necesidades de amigos. Era más bien que mamá y papá han decidido y ahora otro país y ahora otro y ahora otro. A lo mejor yo empezaba a sentirme cómoda, me gustaba quedarme más, pero tocaba irse…
Todo tiene ventajas y desventajas, aunque yo creo que viajar en familia tiene más ventajas que desventajas. Creo que ayuda a abrir la mente, a darnos cuenta de que hay muchas formas de vivir la vida, no hay una sola forma de pensar, de trabajar…
Nuestros hijos, por ejemplo, no han viajado tanto a otros países, pero sí que les hemos mostrado muchas cosas a las que uno se puede dedicar. Me doy cuenta que tienen una mente incluso muy abierta, muchas personas se creen que hemos viajado muchísimo más de lo que realmente hemos viajado por la forma en que nuestros hijos hablan, se comportan…
No hemos estado en esos países, pero han visto documentales, conocemos personas de esos otros países, yo les he explicado cosas, aquí en casa hay recuerdos, hay fotos, hay cositas. Yo creo que viajar nos hace ver cosas y sentirlas en carne propia, y eso va creando la persona.
¿Habéis hecho lo que nosotros llamamos el viaje a la inversa?
Sí, nosotros ahora en familia hacemos más ese viaje a la inversa.
Conocemos a muchísimas personas, nos atrae la gente distinta. También abrimos mucho nuestra casa, pasan muchísimas personas y de todo tipo por nuestra casa, nos encanta alojar a personas que nos vienen a visitar.
Esa idea de viaje a la inversa nos gusta.
El día que dejes de trabajar, ¿qué te gustaría haber aportado a tus hijos?, ¿y a la sociedad en general?
El día que deje de trabajar… ¿y si te digo que no considere que esté trabajando? Simplemente he convertido mi pasión en mi profesión y me está dando dinero aquello que antes también hacía sin interés económico.
Yo empecé a escribir y nadie me pagaba por ello, dabas charlas en universidades y centros cívicos donde me invitaban y tampoco cobraba. Ahora lo he profesionalizado porque he tenido más demanda.
También ayudaba a mamás, a amigos y familiares que tenía a mi alrededor y no les cobraba. Lo único es que ahora he hecho de mi pasión mi profesión porque como hay demanda le he puesto un precio…
Me encanta todo este mundo de la crianza, de la educación y el ayudar a otras personas a recorrer un camino que yo recorrí de superación personal con una infancia dura.
Dentro de la crianza, mi objetivo es dar este apoyo y mostrar que sí se pueden hacer las cosas desde otro lugar. Se puede criar con respeto, complaciendo, no hace falta controlar y manipular a los niños para que sean de una u otra forma, no hace falta castigar, no hace falta dominar…
Es decir, compartir todo esto que yo estoy practicando y viviendo.
En cuanto a mis hijos, que sean libres, que puedan ser ellos mismos, que puedan criar a sus propios hijos, si deciden tenerlos, sin tener que hacer tanto trabajo personal. Que mis nietos sean unos niños tranquilos, felices, en armonía.
Permitirles ser quienes son, acompañarles, que yo sea testigo de lo que es vivir, de lo que es estar en paz, de lo que es estar en armonía, de lo que es llevar a cabo mi vocación y mi pasión sin esfuerzo.
Aportarles eso de que ellos pueden ser lo que quieran, que ellos ya son, que todo es posible, que solo es cuestión de soltar, y de desear y que todo el universo va a conspirar para que eso se haga realidad. Y nosotros lo mostramos cada día porque deseamos algo, lo entregamos y boom, se manifiesta.
Todo es posible, no hay peros, los peros son creencias limitantes, los peros son miedos, los peros son hacer caso a otras personas… cuando te escuchas a ti mismo todo es posible.
Ya por último, está a punto de salir (ya ha salido) un libro, ¿puedes contarnos algo sobre él?
El libro se llama Dar voz al niño y saldrá a finales de diciembre 2016 (Nota: ya ha salido).
Ese libro es para dar voz a los niños, a todos los niños que forman parte de nuestra vida. Nos va a ayudar a conectar con la vivencia real infantil de los niños que nosotros fuimos para poder conectar un poquito más con la vivencia real infantil de los niños que tenemos delante.
Sobre todo nos va a ayudar a darnos cuenta de que podemos respetar, que podemos satisfacer, que podemos dejar de controlar y no pasa nada. Lo único que va a pasar es que vamos a crear un ser libre, respetuoso y que a mayor conexión, mayor paz, mayor armonía y como efecto secundario incluso mayor cooperación.
Muchas veces pensamos que solo castigando y amenazando vamos a conseguir que el niño haga lo que queremos. Con conexión y con la intimidad, el efecto secundario es que el niño conecta también con nosotros y nos siente, y a veces hasta nos llega a complacer.
Sí se puede criar un niño, única y exclusivamente con amor y con respeto, no nos hacen falta técnicas para adiestrar, enseñar, controlar y moldear. Los niños son perfectos, el diseño es perfecto.
Hay cuatro pilares, a mi entender, cuatro raíces: la presencia, la validación de las emociones, el nombrar la realidad y la intimidad emocional. Para mí, esos son las cuatro raíces del ser humano o de la crianza consciente.
Creo que mi libro va a ser provocador. Creo que hay muchos libros de crianza pero este tiene un factor diferenciador, va a incomodar a muchos adultos, será un libro difícil de leer, que a veces habrá que dejarlo porque nos tocará, porque nos moverá emocionalmente. Pero si nos mueve, buena señal.
A mí me ha movido mucho escribirlo, por tanto, creo que va a mover leerlo.
Nota de Yvonne a 27.03.17: Siempre he pensado que las personas, las experiencias, los libros o los cursos nos llegan cuando estamos realmente preparados para recibirlos. La vida de una persona puede cambiar radicalmente con la lectura de un libro en el momento oportuno.
Pretendo inspirar. Inspirar no es enseñar, sino despertar aquello que ya tenemos dentro, que estaba dormido.
Este libro no habla de teorías, ni métodos, ni de modas. Se trata de SENTIR al niño y DARLE VOZ. Simplemente dejar de interpretar o juzgar sus necesidades legítimas. Se trata de simplemente conectar con la vivencia real infantil, validarla y nombrarla aún cuando no podamos satisfacerla.
Muchas gracias por tu tiempo, Yvonne.
Esto ha sido todo por hoy, espero que esta entrevista te haya aportado mucho.
Si te ha interesado el libro de Yvonne, puedes leer la introducción aquí y si quieres apuntarte a la Tribu de Madres conscientes, puedes seguir este enlace.
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Esta entrevista es super interesante, ver el punto de vista de la comunicación emocional y tomar decisiones complicadas, esperemos que esa barrera de comunicación no tenga estar tan presente. Gracias por compartir.
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