Consejo no solicitado: yo lo odio, tú lo odias y también tus hijos lo odian
¿Por qué nos desagrada tanto que nuestros seres queridos nos den consejo sin haberlo solicitado?
Publicado el miércoles, 22 de diciembre de 2010 por Peter Gray en Freedom to Learn
«Que tengas un buen día», le dice la madre a su hija adolescente, ante lo que la hija responde «Mamaaaá, ¡podrías porrr favoorrr dejar de decirme lo que tengo que hacer!». Comprendo perfectamente ambas partes en esta antigua broma. En ocasiones, nos sentimos atropellados por consejos que no hemos pedido e incluso el consejo más inofensivo y de buena fe nos parece insoportable.
Mi mujer y yo tenemos un matrimonio fabuloso. Una de las causas de nuestra dicha es que ambos hemos aprendido a evitar darle al otro consejos que no ha solicitado. Recuerdo uno de los primeros pasos en ese proceso de aprendizaje para mí. Volvíamos del cine a casa y mi mujer conducía. Observé que tenía el coche en segunda cuando estaba claro que tendría que haber cambiado a tercera, incluso a cuarta. Así se lo dije, tonto de mí. No contestó, pero su manera brusca de cambiar la marcha y el silencio en el que estuvimos durante los siguientes minutos lo decían todo. Entre otras cosas, ese silencio dijo: «Mira, tío, llevo años conduciendo, no necesito que controles al milímetro mi manera de conducir. De verdad tenías que interrumpir nuestra conversación sobre la película, justo en ese momento, ¡para decirme cómo conduzco!». Y todo por mi educado «Cariño, creo que deberías cambiar de marcha, así ahorrarás combustible y el motor sufrirá menos». Debo admitir, porque lo pensé, que si ella me hubiera dado un consejo similar, mi reacción hubiera sido parecida.
Mi mujer y yo no somos los únicos a los que, en general, no les gustan los consejos no solicitados. Como parte de mi preparación para escribir este artículo, busqué en Google «unsolicited advice» (consejo no solicitado) y encontré una encuesta de Internet con la siguiente pregunta: ¿Te gustan en general los consejos no solicitados? seguida por tres opciones para responder: «Sí», «No» o «Solo si lo da la persona correcta».
La última vez que consulté la encuesta, habían contestado 847 personas, de las que el 6% habían respondido que «Sí» (todas ellas seguramente personas de otro planeta), el 56% contestaron que «No» y el 38 % respondieron «Solo si lo da la persona correcta». Personalmente, no creo que sea solo cuestión de la persona correcta, también es una cuestión del momento correcto y la manera correcta. Los consejos por parte de amigos, amantes, familiares, jefes, subordinados, expertos, noveles y extraños pueden ser igual de odiosos, en función de cuándo y cómo se den.
Por supuesto, a veces se agradece un consejo no solicitado. Si me estoy metiendo en el mar y alguien, cualquiera, se acerca y me aconseja que no nade ahí porque hace unos minutos avistaron tiburones, estaré agradecido. Pero no lo recibo tanto como un consejo, sino como información útil que puede salvarme la vida y que antes no conocía. No obstante, me hubiera sentido incluso más agradecido, y no me hubiera molestado para nada, si el buen samaritano hubiera omitido por completo la parte de consejo del mensaje (no nadar ahí) y solo me hubiera transmitido la parte informativa (sobre los tiburones). En ese caso hubiera sentido que la decisión de mantenerme alejado del agua era totalmente mía, fundada en mi propia capacidad para pensar racionalmente, sin que nadie me obligase a nada. Además, no hubiera tenido ni la más mínima tentación de seguir en el agua solo por demostrar que «Haré lo que decida hacer, ¡gracias por nada!».
¿Por qué reaccionamos así ante un consejo no solicitado? ¿Por qué no lo aceptamos simplemente como lo que suele ser, una preocupación o deseo genuino de ayudar que tiene la otra persona? Otras personas que han escrito sobre esta cuestión han sugerido varias respuestas razonables. Sugieren que el consejo, de manera justificada o no, nos llega como un intento de dominación, o crítica, o desconfianza, o lo entendemos como incapacidad de la otra persona de comprender nuestros objetivos y valores propios. Estoy de acuerdo con todo ello, pero añadiría que la respuesta principal y subyacente tiene que ver con nuestro deseo de proteger nuestra propia libertad.
De hecho, voy a aprovechar este artículo sobre los consejos para adentrarme lentamente por una serie de artículos sobre la psicología de la libertad.
Por sólidos motivos evolutivos, que se comentarán en un artículo futuro, nosotros, los humanos, ansiamos la libertad de manera natural. Nos oponemos al control por parte de otras personas. Lo hacemos independientemente de nuestra edad y de quién sea que nos quiere controlar. Las personas casadas se oponen al control de sus cónyuges; los ancianos se oponen al control de sus hijos; los niños de todas las edades se oponen al control de sus padres. Y, por supuesto, los estudiantes se oponen al control de sus profesores, una de las razones por las que los colegios tal como los conocemos en general producen malos resultados.
Los consejos no solicitados de los seres queridos pueden ser especialmente amenazadores, dado nuestro profundo deseo de complacerlos. Resulta complicado ignorar el consejo de los seres queridos, porque implícitamente tememos que si no seguimos estos consejos se entenderá como una falta de amor o respeto. Al mismo tiempo, no queremos seguir ese consejo, porque queremos conservar nuestra autonomía. De hecho, nos resistimos especialmente a seguir consejos cuando provienen de seres queridos porque, cada vez que lo hacemos, sentimos que nuestra relación está cambiando: de una entre iguales a desequilibrada, en la que el poder está de un lado.
Al complacer al otro, podemos estar anunciando nuestra voluntad futura de someternos a su voluntad. «Sí, cariño, tu inteligencia y sabiduría son superiores a las mías, así que siempre haré lo que digas». Cada acto de conformidad parece ajustar un nudo imaginario que el otro tiene alrededor de nuestro cuello. El conflicto entre complacer (mostrar tu amor) y no complacer (reivindicar nuestra libertad) crea frustración, y la frustración conduce a la ira. Por todo ello, resulta más difícil de digerir cuando un ser querido nos dice cómo mejorar nuestra conducción (o nuestra salud, o lo que sea) que cuando un extraño nos da un consejo similar.
A la mayoría de las personas, les resulta más sencillo entender la naturaleza de este conflicto al pensar en la relación entre marido y mujer, que al hacerlo en la relación entre un progenitor y su descendiente. El progenitor y su hijo están, de alguna manera, obviamente en condiciones desiguales. El progenitor es mayor, más fuerte, más sabio sobre muchos aspectos de la vida y tiene más recursos. Pero, aun así, en otro sentido, están al mismo nivel. Como individuos, son valiosos por igual. Ambos tienen su esfera privada en lo relativo a sus propios estímulos, objetivos y necesidades, que sienten con fuerza. Y los niños, a pesar de que en muchas maneras no son tan sabios como los adultos, son mucho más inteligentes de lo que algunos adultos creen. Los niños reconocen su dependencia de los adultos, pero, al mismo tiempo, experimentan un fuerte impulso que los empuja a reivindicar su independencia. Desde un punto de vista evolutivo, este estímulo no es un accidente, es lo que motiva a los niños a correr esos riesgos necesarios para crecer, para encontrar el propio camino, para tomar el control de sus propias vidas.
Por todo esto, mi consejo no solicitado para todos vosotros es que deberíais ser igual de precavidos al dar un consejo no solicitado a vuestros hijos que cuando se lo dais a vuestro cónyuge. Cuanto más os abstengáis de dar consejos no solicitados, mayor será la probabilidad de que vuestros hijos os pidan consejo cuando lo necesiten y de que lo sigan si es razonable.
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Peter Gray, doctor, profesor investigador en Boston College, y autor del libro recién publicado Free to Learn (Basic Books) y Pyschology (un libro de texto, ahora en su sexta edición).
Otros artículos de Peter Gray en inglés:
www.psychologytoday.com/blog/freedom-learn
Libro en inglés Free to Learn:
www.freetolearnbook.com
Artículo original en inglés:
http://www.psychologytoday.com/blog/freedom-learn/201012/unsolicited-advice-i-hate-it-you-hate-it-so-do-your-kids
Traducción realizada por Anahí Vinokur Jeinson. Revisión por Adrián Pérez Montes.
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