La moralidad no está en los genes, pero el enfoque evolutivo nos puede ayudar a comprenderla.
Publicado el 24 de junio de 2012 por Agustín Fuentes, Ph.D. en Busting Myths About Human Nature (Acabando con las leyendas sobre la naturaleza humana)
No, no somos «animales morales», somos humanos morales, y existe una diferencia. Somos un tipo de animal, concretamente primates, y tenemos mucho en común con otros mamíferos sociales. Los humanos somos una clase de primates particular, capaces de manipular los ecosistemas y los organismos de todo el planeta, y, a su vez, experimentar una crueldad intensa y una compasión notable, mediante los símbolos, el lenguaje, la modificación del entorno y la interacción con otros animales y con nosotros mismos. Por lo que el hecho de investigar lo que constituye la moralidad y la ética humanas es de notable importancia, así como el estudio de las similitudes y las diferencias en otras especies, que podría ayudarnos a entender por qué hacemos lo que hacemos.
El filósofo Aristóteles sentó las bases de la forma en la que muchas personas piensan sobre la relación entre la mente humana, la moral y otros animales. Éste declaró que lo que nos distingue de los demás seres vivos es que tenemos uso de la razón y que nos encontramos en el nivel más alto de la escala de la naturaleza.
Asimismo, reconoció que los seres humanos tienen relación con otros animales aunque nos consideró como una especie de ser vivo especial, con uso de razón, algo que, según Aristóteles (y muchos después de él), otros organismos no compartían. Y es así como Aristóteles vio una continuidad con la naturaleza, sosteniendo que hay algo especial en el pensamiento humano racional y que, por consiguiente, nuestra moral y ética reflejan dicha distinción. Hoy en día, es un punto de vista que tienen en común muchos teólogos, filósofos, psicólogos y el público en general.
Es un punto de vista algo anticuado.
Muchos investigadores notables tales como Marc Bekoff y Frans DeWaal, han demostrado que los primates, así como otros mamíferos sociales, tienen un tipo de complejidad y reciprocidad sociales tan arraigadas en su vida diaria que puede que nos resulten útiles para comprender algo mejor las raíces en común de la conducta humana e, incluso, de la moralidad.
Un libro reciente, editado por Robert Sussman y Robert Cloninger, se centra en la evolución de la cooperación y el altruismo en los seres humanos y otras especies animales. En él demuestran que gran parte de la entrega y el comportamiento cariñoso que atribuimos solo a los humanos pueden darse también en muchos primates y otros mamíferos. De hecho, encontramos prueba de peso en los capítulos de este libro de que si investigamos el cerebro, el sistema hormonal y el comportamiento de estos mamíferos, finalmente llegamos a la conclusión de que, a pesar de que la competición y la agresión son importantes, la cooperación y el altruismo constituyen el patrón de comportamiento normativo común para muchas especies.
Curiosamente, también otras especies reconocen y reaccionan ante situaciones de injusticia; el juego limpio es importante. Un estudio reciente, iniciado por Sarah Brosnan, demostró que, en algunos casos, los primates no humanos distinguen entre resultados justos e injustos. Sin embargo, a diferencia de los humanos, los primates sobre todo reaccionan buscando justicia en situaciones injustas hacia ellos mismos (injusticia desfavorable), y no en situaciones en las que la injusticia perjudica al otro (y beneficia a uno mismo… injusticia favorable). Pero esto no siempre es tan claro. El hecho de que otras especies reconozcan la injusticia puede ser un punto de referencia que nos ayude a empezar a comprender qué procesos y contextos tanto psicológicos como neurológicos están implicados en nuestro comportamiento moral.
Sin embargo, reaccionar ante la injusticia no significa que se posea un sistema de moralidad y ética.
Recientemente, muchos de estos investigadores reconsideraron la posibilidad de que existiera una justicia social en otros animales. Si otros animales cooperan de forma intensa, (cosa que hacen) y son conscientes hasta cierto grado de la justicia en cuanto a la distribución de los bienes sociales, ¿son capaces de incorporar la justicia en su relación con otros? ¿Es posible que otros animales tengan este tipo de sistema moral? Ésta es un buena pregunta que todavía no tiene respuesta clara, aun así, hay algunos indicios fascinantes de que este camino nos puede llevar a interesantes futuros descubrimientos.
Entonces, ¿esto qué nos dice acerca de la moralidad humana? La observación de otros animales nos indica que nuestro sistema fisiológico y neurológico contiene las herramientas necesarias para detectar la injusticia en los contextos sociales y que, la cooperación y el cuidado hacia las personas cercanas a nosotros es una parte de nuestra herencia evolutiva muy antigua y, a la vez, de gran relevancia. Esto indica que existe una base evolutiva en común para el reconocimiento de la injusticia y la inclinación por la cooperación. Aun así, esto no indica que a lo que hoy en día llamamos moral sea un rasgo «evolucionado» o que tenga alguna base genética directa. La moralidad humana no es algo que pueda evolucionar en el sentido básico del neodarwinismo; el hecho de ser «morales» no está en nuestros genes. La moralidad humana es a la vez dinámica, lingüística, simbólica, histórica, biológica y está contextualizada.
Y es aquí donde la antropología nos puede ayudar: cuando pensamos en los seres humanos, es un error pensar que nuestra biología existe sin la experiencia cultural, y que, la cultura no está en constante relación con la biología. El comportamiento humano es, casi siempre, una verdadera síntesis: no existen dos mitades (naturaleza versus civilización) del ser humano.
Así que, cuando nos preguntemos acerca de la evolución y la práctica de la moralidad, tenemos que considerar todas las variables potenciales. El hecho de tener información acerca de los patrones evolutivos en otras especies nos ayuda a comprender nuestros propios patrones. Asimismo, no podemos ignorar el pasado social, político y filosófico del que, de forma inextricable, venimos. No podemos caer en el engaño filosófico de ver nuestro cuerpo y mente como dos elementos distintos.
Para formular preguntas relevantes acerca de la moral y la ética humanas, tenemos que ir más allá de los aspectos relacionados con la detección de la injusticia y, puede que también, de la justicia social en otros animales. Tenemos que preguntarnos qué tipo de sistemas morales y de comportamientos encontramos en los seres humanos, tanto desde el punto de vista individual, culural como histórico. ¿De qué manera definen la moralidad otras sociedades y qué normas éticas proponen? ¿Cómo actúan las personas en contextos diferentes? Evidentemente, esta es un área para que la psicología, la antropología, la biología y otras disciplinas se reúnan y trabajen de forma interdisciplinaria en la búsqueda de buenas respuestas. Ser humano es complicado y aún es más complicado, comprender por qué hacemos lo que hacemos.
Artículo original: Are We Moral Animals?
Traducción realizada por Alba Monís Rufino. Revisión por Adrián Pérez Montes.
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