Analizándonos a nosotros mismos cuando reflexionamos sobre la naturaleza humana.
Publicado el 1 de mayo de 2012, por Agustín Fuentes, en Busting Myths About Human Nature.
Mi tutor en la universidad, Phyllis Dolhinow, comenzó una vez una conferencia sobre cómo comprender el comportamiento advirtiéndonos de que no cayéramos en la trampa del “si no lo creo, no lo veo”. Una advertencia razonable, en efecto, ya que si ya sabemos cómo “es” el mundo, es difícil que podamos plantear buenas dudas y que estemos dispuestos a oír las muy variadas respuestas de la naturaleza.
Como humanos que somos, crecemos en un mundo social complejo y adquirimos durante nuestra vida una familia, religión, educación, compañeros, redes sociales, etc., es decir, los esquemas, o la visión del mundo, a través de los cuales percibimos nuestras vidas cotidianas. O, en otras palabras, llevamos puestas un par de “gafas de ver la realidad”. Nuestras percepciones y expectaciones de qué es real, y normal, interpretan por adelantado el mundo a nuestro alrededor y nos dan la habilidad de vivir la vida sin tener que analizar y diseccionar críticamente cada interacción y experiencia que vivimos.
Esto tiene muchas ventajas. No querríamos dejar de ser capaces de hacer cosas como conducir un coche, saludar a la gente, hacer la compra y comportarnos en público de una manera socialmente adecuada, todo ello yendo con el piloto automático. Pero dicho piloto automático, en nuestras percepciones, nos lleva a una serie de suposiciones sobre lo que es natural para los humanos. Así que cuando preguntamos por qué los humanos actúan de una u otra manera, muchas veces asumimos que ya tenemos las respuestas, aunque sea inconscientemente.
Déjenme ponerles un ejemplo. Si un hombre coge una pelota de béisbol y la lanza hacia adelante desde el codo, muchos dirán que “lanza como una chica”. Pero nos equivocamos: lanza la pelota como un ser humano que no ha sido entrenado para lanzar una pelota de béisbol.
Lanzar un objeto pequeño y redondo flexionando el brazo por el codo coincide del todo con cómo funciona este miembro del ser humano. Coger impulso con el brazo hacia atrás y lanzar desde el hombro no lo es: es algo que se debe aprender (piense en todas las lesiones que sufren los lanzadores o «pitchers» por hacerlo así).
¿Qué tiene esto que ver con plantearse preguntas sobre la naturaleza humana? Vemos a este hombre “lanzando como una chica”, porque asumimos que, de manera natural, son los hombres los que lanzan las pelotas y no las mujeres. De la misma manera en que asumimos qué cosas son “naturales” en los hombres y qué otras en las mujeres. Sin embargo, muchas de estas supuestas diferencias son incorrectas o exageradas (trataré algunas en artículos futuros).
Este hombre, como muchas chicas, estaba lanzando la pelota como lo haría un humano sin conocimientos de béisbol, no “como una chica”. Observando el lanzamiento hemos visto un aspecto diferenciador en el sexo, porque creemos que estaba ahí, pero no porque estuviera ahí desde una perspectiva biológica.
Sigamos con el tema del sexo. Muchos de ustedes habrán oído que existen diferencias en el deseo de las personas de poder cambiar de pareja para el sexo. Suponen que los hombres querrían tener muchas parejas para el sexo y las mujeres pocas. Es más, muchos estudios relatan que los hombres desean tener más sexo que las mujeres. La explicación más común es que los hombres han evolucionado para buscar más parejas sexuales y las mujeres solo unas pocas, pero de calidad.
Pues bien, pero lo interesante es que cuando analizamos las encuestas introduciendo diferencias según estatus económico, educación y opinión política de los encuestados, las diferencias ya son menores. Asimismo, en los Estados Unidos, si se compara la media real con la media aproximada, los resultados de hombres y mujeres no son tan diferentes. La media de los hombres es más alta, simplemente, porque son más dados a decir que desean tener un número extremadamente alto de parejas. Pero, ¿es esto un reflejo de nuestra evolución o es posible que sean las expectaciones sociales y los roles de género lo que influye sobre la respuesta que dan las personas en este caso?
Esto me lleva al punto final del asunto. Cuando observas el comportamiento sexual real, no lo que dicen que desean, los hombres y las mujeres son muy similares. Así que es posible que estemos “viendo” diferencias sexuales debidas a la evolución humana, sin embargo, la realidad y la explicación pueden no ser tan sencillas.
Cuando reflexionamos sobre la naturaleza humana, cuando leemos artículos en las noticias, o leemos artículos y entradas sobre la materia, siempre deberíamos analizarnos a nosotros mismos y preguntarnos: ¿se ha formulado la pregunta de un modo que predeterminaba la respuesta? ¿Estamos dejando de lado otras explicaciones alternativas? ¿Son nuestras “gafas de ver la realidad” las que están dificultando que veamos la realidad?
Einstein dijo una vez: “El hombre debe observar lo que es, no lo que cree que debería ser.” Obviamente, aquí usaría “humano” en lugar de “hombre”, pero ilustra perfectamente la idea. Cuando pensamos y hablamos sobre la naturaleza humana, necesitamos ser tan críticos y abiertos de mente como podamos.
No vea, porque cree. En lugar de ello, intente comprender. Esté preparado para aceptar que las cosas pueden ser más confusas, complicadas y diferentes de lo que esperaba. Como dice mi perspicaz compañero, Wally Ruston, “intente no casarse con una sola explicación”.
A continuación unas lecturas interesantes sobre los patrones en sexualidad y su complejidad:
- G. Alexander and T. D. Fisher (2002), Truth and consequences: Using the bogus pipeline to examine sex differences in self-reported sexuality, Journal of Sex Research 40(1): 27- 35.
Anne Fausto-Sterling (2000) Sexing the Body: Gender Politics and the Construction of Sexuality
- Herbenick, M. Reece, V. Schick, S. A. Sanders, B. Dodge, and J. D. Fortenberry (2010), Sexual behavior in the united states: Results from a national probability sample of men and women ages 14–94, Journal of Sexual Medicine 7(suppl. 5): 255–65
- C. Pedersen, L. C. Miller, A. D. Putcha-Bhagavatula, and Y. Yang (2002), Evolved sex differences in the number of partners desired? The long and the short of it, Psychological Science 13(2): 157–61.
- P. Schmitt (2005), Sociosexuality from Argentina to Zimbabwe: A 48-nation study of sex, culture, and strategies of human mating, Behavioral and Brain Sciences 28: 247–311.
Artículo original: http://www.psychologytoday.com/blog/busting-myths-about-human-nature/201205/i-wouldn-t-have-seen-it-if-i-hadn-t-believed-it
Traducción del inglés al español por Andrea Ruiz. Revisado por Adrián Pérez.
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