¿Puede la moralidad basarse en la razón? Ésta es mi respuesta a Sam Harris
¿Podrá cambiar este ensayo la opinión de Sam Harris acerca de la moralidad?
Publicado el 10 de febrero de 2014 por el Doctor Michael E. Price en From Darwin to Eternity
Sam Harris, autor, científico en el área de la neurociencia y «Nuevo Ateo» publicó recientemente su obra The Moral Landscape Challenge, en la que ofrecía 20.000 dólares a quien, en una composición de 1.000 palabras, pudiera hacerle cambiar su opinión acerca de cómo la moralidad puede basarse en el razonamiento científico.
La fecha límite para presentar una respuesta fue ayer, día 9 de febrero de 2014. A pesar de que personalmente mantenga una postura escéptica en cuanto a la forma en la que Harris se mantiene abierto a nuevas ideas que cambien su punto de vista, terminé presentando mi ensayo. Mi ensayo es, en realidad, una versión estudiada y resumida de una publicación que escribí para el blog How Science Can Help Us Be More Rational About Morality (Cómo la ciencia nos puede ayudar a tener una postura más razonable ante la moralidad) el pasado julio de 2011.
A continuación, os presento la nueva y mejorada versión. ¿Conseguiré hacerle cambiar de opinión?
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Cómo la ciencia puede ayudarnos a adoptar una postura más razonable ante la moralidad.
Sam Harris [1] sostiene que el objetivo de un sistema moral basado en la razón debe ser el fomento del bienestar general de las criaturas conscientes. El principal inconveniente radica en que esta idea pasa por alto la forma primordial en la que evolutivamente venimos haciendo uso de la moralidad.
Las adaptaciones en los seres humanos se han producido siempre con la meta de mejorar su condición física (supervivencia genética y reproducción). Un forma importante de mejorar su condición es mediante la cooperación con los grupos de personas con los que comparten intereses comunes. Al cooperar, los individuos pueden alcanzar sus metas más fácilmente que si lo hicieran por sí solos, por lo que la cooperación es en interés del individuo. (La cooperación también enfrenta a los individuos a dilemas como el problema de «los oportunistas», pero, por el momento, vamos a dejarlo de lado).
Los miembros del grupo hacen uso de reglas morales para influir en el comportamiento de sus compañeros, para así promover el éxito del grupo. Ésta es una función evolucionada primordial de la elaboración de las normas morales: permite a las personas perseguir de forma más eficaz los intereses que comparten con otros miembros del grupo [2]. Por ejemplo, si un grupo de personas está construyendo en conjunto una presa para proteger a su pueblo de inundaciones, éstos podrían idear reglas tales como «todos los adultos deben ayudar con la construcción durante X horas al día», «aquellos que ayuden serán respetados» y, «aquellos que no ayuden serán excluidos».
Si asumimos que la gente hace uso de reglas morales para alcanzar mejor sus intereses compartidos, entonces, empieza a quedar claro por qué la propuesta de Harris (que la moralidad basada en la razón debería promover el bienestar de las criaturas conscientes) no tendrá una validez general. No decidimos si una regla moral es razonable según lo mucho o poco que beneficia a los seres conscientes en general, o incluso a otras personas, sino, sobre todo, según lo mucho o poco que, a ojos del grupo, beneficia los intereses que el grupo comparte.
Sin embargo, a veces, estos intereses compartidos pueden llegar a solaparse con los de las personas en general. Por ejemplo, si la construcción de la presa beneficiara a todos los habitantes del pueblo y, por lo tanto, si asumimos que no dañara a otras criaturas conscientes, tendría coherencia con la regla del bienestar de Harris. Sin embargo, esta regla solo se aplicaría si la presa no implicara ningún conflicto de intereses con otros grupos rivales.
En situaciones que impliquen conflictos entre diferentes grupos, los miembros de los grupos involucrados no estarán motivados a resolver los dilemas morales mediante la regla del bienestar de los seres conscientes. Una de las razones principales por las que las personas cooperan en grupos es el hecho de poder competir con mayor eficacia con otros grupos y, los dilemas morales, tienden a surgir de estos conflictos de coalición [2]. En estos contextos, no es posible solucionar dilemas morales mediante la identificación de la solución que beneficiaría a todos los seres conscientes, porque la solución no será la misma para los dos grupos enfrentados.
Consideremos, por ejemplo, un conflicto entre madereros y excursionistas sobre si a los madereros se les debería permitir cortar los árboles en un bosque en particular. Por una parte, los excursionistas podrían argumentar que la deforestación resultaría inmoral, ya que privaría a familias de la oportunidad de disfrutar de la naturaleza.
Por la otra parte, los madereros podrían, a su vez, argumentar que resultaría moral porque crearía puestos de trabajo para sustentar a sus familias. Aunque fuera posible identificar la solución más beneficiosa para los seres conscientes, dicha solución no tiene por qué coincidir con el objetivo que ambas partes estén persiguiendo. Los madereros buscarán la solución que más les convenga a ellos mismos, mientras que con los excursionistas ocurrirá lo mismo y buscarán la solución que más se ajuste a sus preferencias. Podrían también surgir otros problemas engorrosos asociados con la forma de ponderar los intereses de cualquier ser consciente que no fuera humano (como la fauna, perjudicada por la deforestación) contra los intereses de los seres humanos. Pero para simplificar, vamos a seguir enfocándonos en los seres humanos.
Aunque pueda parecer un tanto cínico ver la moralidad como una estrategia utilizada por las personas para perseguir sus intereses de grupo, en realidad, esta perspectiva nos muestra la manera más efectiva de superar dichos conflictos: conectando los intereses de un grupo más amplio que incluya ambos subgrupos rivales.
Wilkinson y Pickett [3] adoptan esta estrategia en su análisis sobre los efectos de la desigualdad económica. La desigualdad genera conflictos de grupo dentro de las naciones al enfrentar a los ricos con los pobres. Las clases más acomodadas tienden a argumentar que la desigualdad está moralmente justificada («es el resultado de premiar a aquellas personas que se esfuerzan más trabajando que otras»), mientras que las clases más desfavorecidas dicen que es inmoral («es resultado de la desigualdad de oportunidades»).
Por su parte, Wilkinson y Pickett intentan solucionar este conflicto, centrándose en el impacto de la desigualdad dentro de un grupo más amplio al que pertenecen ambos subgrupos: presentan evidencias de que los países que presentan mayores desigualdades obtienen peores puntuaciones en diferentes indicadores en el rendimiento nacional. Su análisis no ha estado exento de críticas, pero, a pesar de todo, el camino hacia una postura razonable en lo moral es correcto: han intentado evaluar la moral de la actuación de un grupo investigando para ello si la actuación ha conseguido cumplir con los intereses compartidos de los miembros de ese grupo. Dicho análisis indica cómo atraer los intereses de un grupo más amplio (el interés nacional) ayudaría a superar los conflictos de grupo que tienen lugar en niveles más bajos entre las clases socioeconómicas.
Evidentemente, el hecho de centrarse en los efectos de la desigualdad en países enteros, en lugar de centrarse solo en las clases dentro de un mismo país, no hace que Wilkinson y Pickett se salgan de la lógica de grupo de la moral, simplemente, la amplían para incluir un grupo más grande. No podemos terminar con la tendencia de las personas a fundamentar sus juicios morales en sus propios intereses de grupo, a menos que aprendamos a rediseñar el genoma humano.
Sin embargo, lo que sí está en nuestras manos para resolver los conflictos entre grupos con diferencias morales, es la búsqueda de los intereses comunes que se encuentren en un nivel más alto que el de estos subgrupos, y que, potencialmente, podría darles razones para cooperar.
Bibliografía
1. Harris, S. (2011). The Moral Landscape: How Science Can Determine Human Values. Simon and Schuster.
2. Alexander, R. (1987). The Biology of Moral Systems. Aldine De Gruyter.
3. Wilkinson, R., & Pickett, K. (2010). The Spirit Level: Why Equality is Better for Everyone. Penguin UK.
© Michael E. Price, 2014. Todos los derechos reservados.
Texto original: www.psychologytoday.com/blog/darwin-eternity/201402/can-morality-be-based-reason-my-response-sam-harris
Traducción realizada por Alba Monís Rufino. Revisión por Adrián Pérez Montes.
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