El ADN por sí solo no explica quién y cómo somos.
Publicado el 7 de enero de 2014 por el Agustín Fuentes en Busting Myths about human nature.
Hace un par de semanas recibí un correo electrónico de una empresa llamada GBHealthwatch que tenía como asunto «Aliméntate bien para tus genes». Esto me hizo gracia, no era consciente de que mis genes pudieran tener hambre.
Ahora en serio, los genes no pueden tener hambre, ni se pueden leer como si fueran un plano, tampoco sirven para adivinar nuestro futuro, ni para predecir de forma efectiva cómo son nuestros cuerpos o comportamiento (o al menos, no por sí solos).
Realmente, este email es solo uno más de entre el alud de anuncios, artículos y webs que hablan de este asunto, y parecen no comprender los conceptos más básicos de biología: los genes no marcan nuestro futuro.
Identificar solo la versión de un determinado gen que podrías tener, dice muy poco sobre cualquier aspecto complejo de tu forma de ser. Sí es verdad, que en una pequeñísima minoría de casos encontramos conexiones claras entre secuencias específicas de genes (alelos o formas de un gen) y el impacto que tienen sobre el cuerpo de la persona. Sin embargo, estas conexiones suelen estar relacionadas con terribles enfermedades letales como la enfermedad de Tay-Sachs y no con aspectos como el comportamiento, el temperamento, el estado de salud o incluso la altura, la forma de la nariz, etc.
Existen patrones y relaciones entre ciertas secuencias genéticas y ciertas enfermedades, pero casi nunca encontramos formas claras o sencillas de identificarlas.
Por ejemplo, se ha descubierto que ciertas secuencias variables del gen de la APOE que se encontraron en el cromosoma 19 están asociadas a patrones de ateroesclerosis, una enfermedad rara llamada hiperlipoproteinemia de tipo III: degeneración macular a causa de la edad y Alzheimer incipiente.
El gen de la APOE contiene el código de una proteína que impacta en el movimiento y distribución del colesterol y de otros lípidos en el cuerpo. Este es uno de los genes para los que GBHealthworks nos sugiere que comamos siguiendo una cierta dieta.
Pero esto no es tan sencillo, existen diferentes formas del gen que se asocian a diferentes enfermedades posibles y no hay una conexión directa, solo múltiples y complejas asociaciones entre las interacciones de productos génicos y la posibilidad de determinadas enfermedades.
Por ejemplo, el experimento reciente de un equipo de la Universidad de California en colaboración con los Institutos Nacionales de Salud (NIH) demuestra que existe una conexión entre el producto génico y la regulación del colesterol y otros lípidos o grasas, en muchas partes del cuerpo. También parece ser que algunas versiones del gen desempeñan mejor esta función que otras. Han descubierto que en una de las posibles formas del gen, su producto interactúa con otras muchas moléculas y encimas en el cerebro de una manera que puede ser menos efectiva a la hora de eliminar el colesterol. En algunos casos, esto podría traducirse en un mayor riesgo de padecer Alzheimer.
En otras palabras, el gen y sus producto son parte de un sistema que, por sí solo, podría indicar algunas correlaciones o posibilidades, pero ni puede ni podrá predecir hechos específicos.
Se necesitaría tener toda la información sobre el gen y lo que le rodea para tener una idea de lo que podría predecir el gen. Esta información incluiría: qué copias del gen tiene la persona, qué secuencias hay cerca del ADN, qué patrones de marcadores epigenéticos se encuentran en el genoma individual cerca del gen (o en sitios que puedan activar y desactivar esa sección del ADN), qué aspecto tienen los productos génicos del individuo en cuestión y con qué otros productos génicos trabajan. También tendría que conocerse el historial de vida de la persona, lo que incluye el historial de salud y en qué medios ha habitado, y, por supuesto, cómo ha sido su vida social y psicológica.
Todo esto es sumamente complicado (¡y eso que estamos hablando de un gen del que tenemos mucha información sobre el funcionamiento de su producto genético!).
Descubrir ante qué copia del gen nos hayamos es como intentar imaginarse cómo es un rompecabezas de 10.000 piezas a partir de una sola pieza.
Entonces, ¿cómo podemos comer para favorecer el buen funcionamiento de nuestros genes? Bueno, GBHealthworks dice que los portadores del gen APOE4 deberían comer alimentos bajos en grasas y altos en hidratos de carbono. En cambio, si eres portador del gen APOE2, te recomienda seguir una dieta alta en grasas y baja en hidratos de carbono.
Ahí me digo yo, ¿en serio? ¿Van a dar recomendaciones serias con tan fuertes efectos sobre la dieta que debemos seguir basándose solo en si tienes o no un cierto gen?, ¿qué hay de todos los demás factores?
Pues espera, aún hay más.
GBHealthworks también nos dice que «los genes receptores de dopamina D2 y los OPRM1 forman parte del sistema de recompensa del cerebro. Las variaciones en estos genes están asociadas con el acto de comer compulsivamente y ganar peso. Aproximadamente un 11% de caucásicos y un 14% de asiáticos son portadores de una combinación de estos dos genes, lo que aumenta el riesgo de padecer trastornos por atracones» (texto original en inglés).
Vale, no voy siquiera a entrar a hablar en lo absurdo que es distinguir entre razas en este tipo de estudios médicos (tienes más información en inglés sobre el tema aquí, aquí y aquí), pero sí señalaré que afirmar que una simple combinación de genes puede hacer que tengamos una mayor probabilidad de padecer un trastorno de comportamiento tan complejo y dependiente de nuestro entorno como es comer compulsivamente, no solo es discutible, sino que es llanamente falso.
De hecho, tras asustarte con tu posible condena genética, GBHealthworks continúa su narración diciéndote que «Los científicos de GBHealthWatch han desarrollado técnicas especialmente detalladas para activar el autocontrol a la hora de comer y elegir bien los alimentos que te pueden ayudar a luchar contra los antojos.» Finalmente cierra diciendo «Regístrate para conocer nuestros consejos.»
¡Ah!, así que ahí están las respuestas. Se supone que solo necesitas saber qué versión de genes tienes y podrás desarrollar un estilo de vida saludable. Para los que no lo sabían todavía: Ya sabemos un montón sobre cómo seguir un estilo de vida saludable, incluso sin una exploración genética. No hay pruebas de que conocer la secuencia de tu ADN te pueda ayudar en esto (¡independientemente de lo que pagues!).
Volviendo al título de este artículo. Hay mucha gente que cree en el mito de la condena del ADN, que piensa que conociéndolo encontraremos la explicación de por qué somos como somos [así como también hay muchos que creen en el mito de que solo usamos un 10% de nuestra capacidad mental, más info aquí y aquí].
Sin embargo, esto es falso. Los genes no son más que una parte de la historia (si bien una parte importante) y no proporcionarán una respuesta fácil a por qué tenemos el aspecto que tenemos, actuamos como actuamos o sentimos como sentimos.
Así que, la próxima vez que recibas un correo electrónico que te diga que tus genes van a hacer que te pase algo, bueno o malo, bórralo y vete a leer un libro, un buen artículo científico sobre genética o, mejor todavía, ¡ponte a comer bien y a hacer ejercicio!
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Artículo original: http://www.psychologytoday.com/blog/busting-myths-about-human-nature/201401/genes-are-not-fortune-tellers
Traducción del inglés al español por Esteve Mata López. Revisado por Adrián Pérez.
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