Un nuevo estudio explica cómo las teorías conspirativas se asientan en nuestras cabezas y por qué luego es tan difícil deshacerse de ellas.
Publicado en inglés el 24 de agosto de 2015 por Sander van der Linden en Socially Relevant.
¿Está encubriendo el gobierno pruebas de contactos con seres extraterrestres? ¿Están las poderosas elites creando un nuevo orden mundial? ¿Es el calentamiento global un montaje? ¿Son las vacunas en realidad un intento del gobierno por controlar la mente de las masas?
Parece haber algo inexplicablemente persuasivo en la naturaleza de las teorías conspirativas. Más del 50 % de los estadounidenses cree en al menos una. Quizás pienses que aunque exista una minoría importante de gente que respalda estas creencias aparentemente excéntricas, estas ideas acerca de conspiraciones no son más que un entretenimiento inofensivo, una diversión para aquellos más desconectados de la realidad.
Para nada.
En un nuevo estudio, hallé que la mera exposición a cualquier teoría conspirativa te puede volver menos social y menos dispuesto a aceptar principios científicos establecidos.
En el experimento, pedía un grupo de personas que viera un pequeño fragmento de dos minutos de una película conocida sobre la conspiración del calentamiento global.
De manera aleatoria, dividí a las personas en tres grupos:
- a) el grupo de la «conspiración», cuyos miembros vieron el vídeo
- b) un grupo que en su lugar vio un vídeo «inspirador» de las Naciones Unidas en el que alentaba a tomar acciones contra el calentamiento global
- c) un grupo de control «neutral».
Los resultados mostraron claramente que los participantes expuestos a los vídeos eran, según el grupo al que habían sido asignados:
- menos propensos a pensar que existe un consenso científico acerca de que el hombre es el responsable del cambio climático,
- menos propensos a firmar una petición pública en línea para ayudar a detener el calentamiento global,
- menos dispuestos a donar o hacer voluntariados para la beneficencia en los seis meses siguientes.
He nombrado a este fenómeno «efecto conspiracionista«.
Estos hallazgos son preocupantes, especialmente si tenemos en cuenta el hecho de que el 97 % de los mejores expertos en clima han concluido de manera independiente que el calentamiento global causado por el hombre es real y que está ocurriendo.
Ha sido suficiente ver un vídeo de dos minutos, en el que se explica que todo puede formar parte de una conspiración global, para convencernos y llevarnos a ignorar la ciencia, además de hacernos menos propensos a participar en asuntos sociales importantes en general, entre los que se incluye ayudar a los más necesitados.
Puede que pienses «Bueno, solo es el calentamiento global» (la mayor amenaza de nuestro tiempo).
Pues no.
Otro estudio reciente muestra que creer en teorías conspiratorias está asociado al rechazo completo de la ciencia, es decir, a negar el resto de hechos científicos establecidos, como la relación entre el virus VIH y el sida, o entre fumar y el cáncer de pulmón. De forma parecida, ciertos estudios muestran que leer sobre teorías conspirativas populares en torno a las vacunas reduce las probabilidades de que la gente vacune a sus hijos, lo que supone un riesgo grave para la salud pública.
El rechazo a las vacunas infantiles basado en la creencia en teorías conspirativas no demostradas no muestra un comportamiento muy social; estás poniendo en riesgo innecesariamente a otros niños de contagiarse de enfermedades mortales que de otra forma podrían prevenirse.
La lista de problemas no acaba aquí. La difusión de propaganda conspiratoria influyente puede tener consecuencias sociales serias. Por ejemplo, la creencia en algunas teorías conspiratorias se asocia con agresión, extremismo de derechas, inclinaciones racistas hacia grupos minoritarios (antisemitismo, por ejemplo) e incluso violencia política.
La mayoría de estos estudios se refieren a aquellos que ya creen en teorías conspiratorias. Sin embargo, mi experimento resalta que algunos de estos efectos podrían darse en cualquiera una vez que la persona se ha expuesto mínimamente a una teoría conspirativa.
He escrito ya en otras ocasiones sobre la psicología de las teorías conspiratorias, pero quiero aclarar un aspecto importante: los psicólogos que estudian teorías conspirativas no investigan si una conspiración en particular es verdadera o no. En vez de eso, nos interesamos en las consecuencias sociales y la naturaleza psicológica de la tan extendida invención de conspiraciones.
Además, es un error asumir que este tipo de estudios concluye que creer que alguien está conspirando contra ti significa que estás loco.
Esto no es lo que esta línea de investigación sugiere. Claramente, los pueblos y los gobiernos han conspirado entre sí a lo largo de la historia de la humanidad. El escepticismo sano se encuentra en lo más hondo de la labor científica. Y aun así, hay algo fundamentalmente peligroso y ajeno a la ciencia en la naturaleza de elaborar teorías conspirativas. A continuación expongo dos razones por las que puede suponer un problema:
- Las conspiraciones nuca vienen solas
El que cree en una teoría de la conspiración rara vez cree solo en una. En su lugar, esa creencia inicial, sirve a menudo como prueba de que las otras también son reales, y esto rápidamente se convierte en una forma de concebir la vida, es decir, una lente a través de la cual vemos el mundo, con una información diferente sobre acontecimientos en el mundo. Ahora, el que algo se considere real o no, no depende de lo convincente de las pruebas, sino de si está en consonancia con las conspiraciones en las que se cree.
Así, algunos estudios han mostrado que la gente que cree en teorías conspirativas a menudo apoya explicaciones contradictorias entre sí sobre el mismo acontecimiento, e incluso están dispuestos a creerse teorías conspirativas claramente inventadas. En resumen, ya no es cuestión de tener pruebas reales, sino más bien de si una nueva teoría es coherente con la percepción que se tiene del mundo.
Una razón por la que la gente cae presa de una mentalidad conspiratoria se debe a un error de razonamiento conocido como la «falacia de la conjunción«, la tendencia a pensar que es más probable que se den acontecimientos más específicos que otros más generales.
Por ejemplo, ¿cuál de los siguientes casos crees que es más probable?
- (A) el 11 de septiembre fue cosa del gobierno,
- (B) el calentamiento global es un timo,
- (C) el 11 de septiembre es cosa del gobierno Y el calentamiento global es un timo.
La gente se deja influenciar con facilidad por la opción C debido a la falsa representación de los dos eventos, es decir, los dos representan ejemplos de teorías conspiratorias, así que parecen plausibles cuando se unen. Aun así, las innegables leyes de la probabilidad dicen que la probabilidad de que ocurran dos acontecimientos independientes siempre es menor (o igual) que la probabilidad de que cualquiera de los eventos (A) o (B) sean verdad en sí mismos.
En otras palabras: cuantas más conspiraciones apoyas, menos probabilidades hay de que todas sean verdad.
- La premisa de (la mayoría de) las teorías conspirativas carece de rigor científico por naturaleza.
Uno debería ser escéptico ante teorías que comenzaran siempre con las mismas premisas: algún individuo, grupo u organización malévolo y malintencionado en algún sentido está ahí fuera y está haciendo cosas que te perjudican.
No hay ningún problema en usar alguna hipótesis. Lo que resulta sospechoso, sin embargo, es que la hipótesis no cambie nunca.
Lo interesante de las teorías conspiratorias es que para empezar necesitan confirmar una premisa en particular, es decir, algún agente malvado tiene que ser el responsable. Esto es lo que los psicólogos denominan un sesgo de correspondencia, la tendencia a pensar que las acciones de otros son intencionadas en vez de considerarlas simplemente como el producto de circunstancias situacionales (la casualidad).
Desafortunadamente, muchos de nosotros no nos sentimos cómodos con la idea de que existe la casualidad, ya que carece de significado. El azar nos coloca en una situación de incertidumbre y falta de conciencia y de control sobre lo que ocurre en el mundo. Es más fácil y tiene un efecto mucho más tranquilizador simplemente señalar a alguien con el dedo. Las teorías conspirativas, por lo tanto, tienen un papel importante en la psicología del individuo; nos dan un sentimiento de falsa certidumbre y control.
Al contrario de lo que ocurre con las teorías científicas, las teorías conspirativas no se revisan ni actualizan teniendo en cuenta nuevas evidencias, no cambian.
Aunque haya pruebas de que algo ocurrió, no por un plan malvado, sino más bien y simplemente por accidente, es muy poco probable que la teoría conspirativa cambie. En su lugar, se rechaza la prueba, normalmente basándose en que debe ser parte de la conspiración. En pocas palabras, las teorías conspirativas tienen tendencia a crear una red cerrada de creencias falsas que se apoyan entre sí.
Mi consejo es el siguiente: la información incorrecta se difunde rápido y puede hacer mucho más daño del que crees. La próxima vez que alguien intente convencerte con una teoría conspirativa, mantente alerta ante el efecto conspiratorio.
Otras lecturas
Abalakina‐Paap, M., Stephan, W. G., Craig, T., & Gregory, W. L. (1999). “Beliefs in conspiracies.” Political Psychology, 20(3), 637-647.
Darwin, H., Neave, N., & Holmes, J. (2011). “Belief in conspiracy theories. The role of paranormal belief, paranoid ideation and schizotypy”. Personality and Individual Differences, 50(8), 1289-1293.
Jolley, D., & Douglas, K.M. (2014). “The effects of anti-vaccine conspiracy theories on vaccination intentions.” PLoS ONE 9(2), e89177.
Lewandowsky, S., Oberauer, K., & Gignac, G.E. (2013). „NASA faked the moon landing—therefore, (climate) science is a hoax: An anatomy of the motivated rejection of science.” Psychological Science, 24(5), 622-633.
Oliver, J.E., & Wood, T.J. (2014). “Conspiracy theories and the paranoid style (s) of mass opinion.” American Journal of Political Science, 58(4), 952-966.
Sunstein, C. (2014). Conspiracy Theories and Other Dangerous Ideas. New York, NY: Simon & Schuster.
Swami, V. (2012). “Social psychological origins of conspiracy theories: the case of the Jewish conspiracy theory in Malaysia.” Frontiers in Psychology, 3, 280.
van der Linden, S. (2013). “What a Hoax: Why people believe in conspiracy theories.” Scientific American Mind, 24(4), 40-43.
van der Linden, S. (2015). “The conspiracy-effect: Exposure to conspiracy theories (about global warming) decreases pro-social behavior and science acceptance.” Personality and Individual Differences, 87, 171-173.
Wood, M.J., Douglas, K.M., & Sutton, R.M. (2012). “Dead and alive beliefs in contradictory conspiracy theories.” Social Psychological and Personality Science, 3(6), 767-773.
Traducido por Susana Lucas Céspedes. Revisado por Adrián Pérez.
Artículo original: https://www.psychologytoday.com/blog/socially-relevant/201508/the-surprising-power-conspiracy-theories
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