A veces vemos el fracaso como algo malo (si no lo peor que nos puede pasar). Cuando hacemos así, olvidamos que el fracaso forma parte del éxito, y que solo errando una y otra vez podemos dar con el camino adecuado.
Es más, el día que nuestro miedo al fracaso sea mayor que nuestra capacidad de arriesgarnos, seguramente estemos a un paso de extinguirnos.
A continuación tenéis el texto de Agustín Fuentes que nos explica su punto de vista.
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Errar es humano… afortunadamente
Publicado el 10 de octubre de 2013 por Agustín Fuentes en Busting myths about human nature.
La nadadora Diana Nyad necesitó de cinco intentos para llegar desde Cuba hasta Florida.
Alfred Nobel hizo explotar su laboratorio (y a su hermano) en una investigación que finalmente tuvo éxito y supuso el desarrollo de la dinamita. Más tarde legaría gran parte de su fortuna creando así la fundación de los premios Nobel.
En un hangout de Google+ de National Geographic reciente, un grupo de científicos y aventureros hablaban sobre sus fracasos. En cada caso, sin importar lo duro y frustrante de cada caso, los fracasos les hicieron cambiar de perspectiva, de forma que pudieron continuar avanzando por un camino diferente. Ser humano es sinónimo de fracasar a menudo.
La mayor parte de los científicos se equivocan durante la mayor parte de su tiempo, y casi todos los deportistas fallan la mayoría de las veces que intentan marcar un gol, un golpe, o una canasta. El porcentaje de fracaso y el desanimo que conlleva, forma parte de nuestro día a día. Pero entonces, ¿por qué nos tomamos tan a pecho los fracasos? Muy fácil, porque olvidamos que el éxito se consigue probando y que las pruebas acaban la mayor parte de veces en fracaso.
Hay quien diría que es nuestra habilidad de reaccionar ante el fracaso cambiando nuestra forma de hacer las cosas, lo que permitió a los primeros humanos navegar alrededor y hasta fuera de África hace miles de años.
Tengamos en cuenta la cantidad de veces que nuestros ancestros intentaron y fracasaron al hacer una herramienta a partir de la piedra, al hacer una lanza con madera, o al comunicar a otro una idea compleja hasta que alcanzaron el éxito.
Estos mismos ancestros necesitaron casi un millón de años para controlar el fuego y para conseguir cazar animales grandes; y después otros tres cuartos de millón de año para descubrir cómo narrar sus historias pintándolas en las paredes de las cuevas. La historia del ser humano se caracteriza más por los fracasos que por los éxitos… y eso es bueno.
En nuestro camino al éxito es imprescindible desarrollar una gran resistencia e inmunidad ante el fracaso. Ser capaz de perseverar ante la adversidad, es una parte central del éxito y de nuestra propia evolución.
Como Hannah Bloch escribía recientemente en National Geographic: “…sin el aguijón del fracaso para animarnos a reexaminar y volver a pensar, el progreso sería imposible”. La esperanza, los sueños, y una imaginación activa aun ante serias adversidades, todo ello forma parte del motivo por la que nuestra especie a evolucionado tanto.
El fracaso pone de manifiesto las limitaciones, nos obliga repensar o reevaluar cómo hacemos las cosas, y a buscar una forma de hacerlas mejor. Bloquea un camino y crea uno nuevo, nos hace utilizar el cerebro, cooperar y ser más creativos con el mundo. Esto es lo que mejor se nos da a los seres humanos. Desafortunadamente, muy a menudo nos encontramos con que en nuestra sociedad se considera que intentar y fracasar es algo negativo, como si fracasásemos como personas, y eso es un problema.
Pensemos mismamente en cómo se hace ciencia: el resultado más común de cualquier experimento es el fracaso. En ciencia, la mayor parte de los éxitos se deriva de refutar nuestras hipótesis, demostrando que estaban equivocadas y que nuestros intentos previos estaban equivocados.
Lo que nos acerca al éxito es el análisis de los detalles de los fracasos, reorganizar nuestros intentos. Pensemos en el desarrollo de la lámpara eléctrica, de los antibióticos, de internet… todos son grandes éxitos que han venido precedidos de numerosos fracasos.
No todos los fracasos acaban en éxito, y muchos, son de hecho insuperables. Pero esa no es la cuestión. Es justamente la capacidad humana de imaginar, mantener la esperanza y trabajar persiguiendo objetivos que parecen inalcanzables o altamente difíciles de lograr, lo que constituye la principal razón por la que seguimos aquí, en este planeta.
Mantener la esperanza y trabajar, así como la habilidad de no perderla a pesar de los contratiempos, es un aspecto vital para la innovación y nuestro futuro.
Así que la próxima vez que fracases, recuerda que no eres el primero y que es un paso necesario, no seas demasiado duro contigo mismo, vuelve a intentarlo otra vez.
Traducción del inglés al español por Esteve Mata López. Revisión Adrián Pérez.
Artículo original: http://www.psychologytoday.com/blog/busting-myths-about-human-nature/201310/failure-is-good
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