Escrito por Luis M. García, CambiosPosibles.wordpress.com
Ser felices o tener la razón
Como casi todo el mundo, desde muy pequeño fui aprendiendo que algunas formas de comportarse son correctas o deseables y que por tanto merecen ser reconocidas y recompensadas, mientras que otras deben ser censuradas por indeseables. En la familia, en el colegio y en los medios de comunicación se da forma a esa construcción social que determina qué conductas son admisibles y cuáles no.
Recuerdo que fui un niño “muy bueno” hasta la adolescencia, en la que me cansé de tantas imposiciones y empecé a comportarme de una forma más “rebelde”, encontrando en la ruptura de normas una afirmación de mi personalidad. Con el tiempo fui desarrollando una forma de moralidad más personal, más reflexionada, pero sin cuestionarme la propia idea de lo bueno y lo malo como algo estable y definido, ni que los premios y castigos sean necesarios para que la gente haga lo correcto.
Así que seguí perfeccionando esa capacidad para juzgar el comportamiento de las personas. Mis críticas eran cada vez más feroces, eso sí, siempre bien argumentadas. Trabajé varios años en un sindicato, y a menudo la gente me felicitaba por mi capacidad para “dejar las cosas bien claritas”, ya fuera en una negociación, una asamblea o un comunicado, y yo me sentía orgulloso de ello.
Cargado de razones, cada vez me enfadaba más a menudo, desesperado por la hipocresía de la sociedad. Además de los conflictos propios del trabajo, tuve fuertes desencuentros con amistades, parejas, familia… Empecé a pensar que algo fallaba en mis esquemas, pero no sabía qué. Lo único que yo pedía era que la gente se comportase “como es debido”.
Casualmente escuché una referencia a la Comunicación No-Violenta de Marshall Rosenberg en un curso que estaba haciendo. El término captó mi atención de inmediato porque sabía que había algo violento en mi forma de comunicarme. Pensé que podría resultarme útil, aunque no llegaba a imaginar el cambio que provocaría en mi forma de entender las relaciones humanas. Al investigar un poco qué era eso de la CNV encontré una frase de Rosenberg que me dejó petrificado: «¿Qué prefieres, ser feliz o tener razón? Las dos cosas a la vez no son posibles». Supe inmediatamente a qué se refería.
La satisfacción que sentía cada vez que “ganaba” una discusión estaba a menudo salpicada por la tensión que sufrimos cuando (con razón o sin ella) nos ponemos en contra de los demás. Nada comparable con la felicidad y la plenitud que experimentaba en las ocasiones en que había logrado resolver un conflicto a través del encuentro con la otra persona, cuando las dos partes habíamos logrado ser conscientes de que la relación entre nosotras era mucho más importante que la solución que le diésemos a una situación concreta… cuando habíamos conseguido dejar de vernos como una amenaza.
La CNV trata de buscar ese encuentro con los demás, y también con nosotras y nosotros mismos. Es una herramienta para comunicarnos de forma más efectiva y resolver los conflictos sin violencia ni coacción, expresando honestamente aquello que sentimos y necesitamos, y escuchando con empatía los sentimientos y necesidades de las demás personas.
El origen de la CNV
La Comunicación No-Violenta fue desarrollada por el psicólogo y mediador estadounidense Marshall B. Rosenberg (1934-2015), quien afirmaba que la causa de la violencia está en la forma que tenemos de pensar, de comunicarnos y de gestionar las relaciones de poder. Abandonó su trabajo como terapeuta porque no estaba de acuerdo con el sistema de diagnóstico a los pacientes, pero en su formación encontró autores de la psicología humanista y social, como Carl Rogers, Abraham Maslow y Stanley Milgram, cuyos planteamientos le sirvieron de base para sus ideas sobre la empatía y las necesidades humanas.
Otro factor, no menos importante es el compromiso social de Rosenberg. Sus esfuerzos por avanzar hacia un mundo más pacífico y solidario. La CNV se desarrolla a partir de sus experiencias como asesor para reducir la violencia en escuelas y como mediador en zonas de conflicto armado. Dedicó gran parte de su vida a difundir esta comunicación empática, a través de libros y de talleres dirigidos a todo tipo de asistentes.
También la espiritualidad tuvo influencia en el desarrollo de la CNV. Rosenberg se refiere a la empatía como la conexión con la «energía divina» que está en todas las personas, y a menudo alude a figuras como Buda o Cristo cuando habla de aceptación y de no-violencia. Sin embargo, no tiene reparos en señalar las religiones como responsables de inculcar una mentalidad basada en la culpa y el castigo. Lejos de cualquier dogmatismo, la suya es una forma de espiritualidad que anima a actuar de forma consciente y solidaria.
El producto de esta mezcla es un método de comunicación que empieza con un cambio interior, aprender a observar sin juzgar, tomando consciencia de nuestros sentimientos y necesidades, y termina con una apertura al exterior: una conexión con la otra persona y una expresión sincera de cómo puede contribuir a mejorar nuestra vida.
«Cuando somos conscientes de que todos formamos parte de la misma energía, de que somos todos uno, entonces nos damos cuenta de que no podemos satisfacer ninguna de nuestras necesidades plenamente si esa necesidad no se satisface también en todas las demás personas.» Marshall Rosenberg.
Los principios de la CNV no son algo nuevo. Además de su herencia de las corrientes psicológicas, filosóficas y espirituales mencionadas, siempre ha habido personas, aun sin ninguna formación en estas materias, que son capaces de conectar empáticamente con las demás en lugar de valerse de juicios y exigencias. Lo que desarrolló Rosenberg fue una técnica, un proceso en cuatro pasos para cambiar nuestra forma habitual de reaccionar ante los conflictos.
Los cuatro pasos de la CNV
Un ejemplo de la expresión honesta que propone la CNV sería “Cuando veo que faltan cinco minutos para comenzar la presentación y aún no has llegado, me siento irritada y desconcertada porque necesito confianza en que el trabajo va a salir bien. ¿Te parece bien si la próxima vez quedamos quince minutos antes para repasarlo todo?”. Para llegar a ella seguimos un proceso basado en cuatro pasos: observación, sentimientos, necesidades y petición.
Más importante que las palabras que utilicemos es nuestra intención sincera de establecer una conexión empática con la otra persona y buscar una solución que satisfaga a ambas partes.
En «Comunicación No-Violenta: un lenguaje de vida» Rosenberg describe detalladamente cada paso del proceso con multitud de ejemplos de su puesta en práctica.
Primero: Observamos los hechos
Nos mantenemos fieles a los hechos, a aquello que vemos y escuchamos. Sin juzgar, evaluar, calificar, comparar, suponer ni distorsionar de ninguna forma lo sucedido. Ponemos especial atención en no confundir observación con evaluación, porque si las mezclamos seguramente la otra persona escuchará una crítica.
Una observación pura sería “Antonio ha hablado tres veces sin esperar el turno de palabra en la asamblea de esta tarde”. Decir, por ejemplo, “Antonio no deja hablar” es interpretar los hechos. Si decimos “Antonio siempre interrumpe” estamos generalizando.
Segundo: Identificamos nuestros sentimientos
Identificamos las emociones que sentimos en relación a los hechos que observamos en ese momento. A veces no es sencillo, ya que tenemos un vocabulario mucho más rico para etiquetar a los demás que para describir nuestros sentimientos.
Al final de este texto he incluido un listado de sentimientos como los que se utilizan en talleres formativos de CNV, con decenas de adjetivos para aprender a identificar los distintos estados de ánimo que atravesamos.
Hay que tener cuidado porque algunas expresiones como “engañado” o “rechazado” no describen realmente nuestras emociones, sino que esconden una evaluación de lo que han hecho otras personas.
A menudo ocultamos nuestros sentimientos por miedo a lo que opinen de nosotros y nosotras, pero expresarlos nos ayuda a establecer una conexión empática.
Tercero: Identificamos nuestras necesidades
Tomamos conciencia de que no son las demás personas quienes provocan nuestras emociones, sino que dependen de nuestra interpretación de los hechos, nuestros pensamientos y expectativas. Las necesidades se ponen de manifiesto a través de los sentimientos. Si están satisfechas nuestros sentimientos serán placenteros, cuando no son agradables es porque nos están avisando de que tenemos que ocuparnos de alguna necesidad no satisfecha.
Maslow clasificó las distintas necesidades humanas en una pirámide según la prioridad con la que tendemos a satisfacerlas. En la base estarían las necesidades fisiológicas, tales como la respiración, el alimento y el descanso. Una vez las hemos cubierto buscaríamos seguridad, alejar los peligros y prepararnos para sobrevivir. Después viene conseguir afecto, intimidad sexual y pertenencia a un grupo. El siguiente nivel es la búsqueda de reconocimiento, respeto y autoestima. En la cúspide estarían las necesidades de autorrealización, como el conocimiento, la creatividad y la armonía. Otros autores cuestionan la existencia de una relación jerárquica en las necesidades, pero este modelo nos sirve como ejemplo para ver la distinta naturaleza de las mismas.
También hay un listado de necesidades al final de este texto que nos puede ayudar a identificarlas. Es importante no confundir la necesidad con la estrategia, porque podemos cometer el error de pensar que sólo puede ser resuelta de una determinada manera o por una sóla persona. Existen multitud de estrategias para satisfacer una necesidad.
Cuarto: Pedimos lo que necesitamos
Una vez hemos analizado y expresado cómo estamos, hacemos una petición clara, concreta, realizable y negociable. Describimos lo que nos gustaría que hiciesen, en vez de centrarnos en lo que no queremos.
Dar a alguien la posibilidad de que satisfaga una necesidad es como hacerle un regalo, porque a los seres humanos nos gusta contribuir al bienestar de los demás.
Es importante dejar claro a la otra persona que sólo queremos que acceda a lo que pedimos si desea hacerlo. Si no estamos en disposición de recibir una negativa sin hacerle sentir miedo, culpa o vergüenza, en realidad estamos haciendo una exigencia. Cuando percibimos que nos están exigiendo algo, se bloquea nuestra empatía.
Por mucho que nos esmeremos en la aplicación de los cuatro pasos, lo más habitual es que en el primer intento no consigamos la conexión deseada. A menudo la otra persona puede pensar que la estamos juzgando o que le estamos exigiendo algo. Podemos preguntarle qué es lo que ha entendido de lo que le hemos dicho, y hacer las aclaraciones que sean necesarias.
Escuchamos con empatía
El otro gran componente de la CNV consiste en pasar por los mismos cuatro pasos cuando recibimos un mensaje. Tratamos de identificar observaciones, sentimientos, necesidades y peticiones de la otra persona sin atender a los juicios que exprese.
Ofrecer empatía a alguien significa prestarle toda nuestra atención. Sin juzgar, sin pensar si estamos de acuerdo o no. Sencillamente estamos presentes. Algunas cosas que hacemos habitualmente, como dar consejos, restar importancia o explicar lo que opinamos, dificultan la conexión empática.
Antes de desviarnos a la búsqueda de una solución al conflicto, es conveniente dedicar el tiempo necesario a escuchar. Mostrar a una persona que la comprendemos mejora su disposición para buscar una estrategia conjunta. Podemos tratar de adivinar cómo se siente y preguntar para verificarlo, o parafrasear lo que nos dice para animar a que siga expresándose.
Afrontar la vida con empatía
La empatía nos puede servir para resolver conflictos, diseñar mejores estrategias, tener unas relaciones sociales más auténticas y mejorar nuestro estado de ánimo. Sin embargo, en lugar de empatizar, normalmente evaluamos la conducta de los demás y la nuestra propia en términos moralistas. Desde que comenzó nuestra educación hemos ido interiorizando el lenguaje de las obligaciones y las prohibiciones.
La comunicación que nos aliena de la vida surge de las sociedades jerárquicas o de dominación, y las sustenta. A reyes y zares les resulta muy útil que las masas se eduquen con una mentalidad de esclavos. El lenguaje de lo incorrecto y el uso de expresiones como “deberías” y “tienes que” son totalmente adecuados para este propósito: cuanto más acostumbramos a las personas a pensar en términos de juicios moralistas, tanto más aprenden a mirar a las autoridades externas para encontrar la definición de lo que es correcto, incorrecto, bueno y malo.
Marshall Rosenberg.
Hay una fuerte correlación entre el empleo de este lenguaje estático, basado en calificaciones y normas rígidas, y el uso de la violencia en distintas sociedades. La realidad está en constante cambio, por eso la CNV plantea utilizar un lenguaje dinámico, centrarnos en lo que está vivo en nuestro interior y en los demás en ese preciso momento. Cuando entendemos los sentimientos y necesidades de la persona con la que tenemos un conflicto, la dejamos de percibir como un enemigo.
El lenguaje estático suele incluir una jerga burocrática, con expresiones como “es como siempre se hace” y “son órdenes de arriba”, que ocultan la posibilidad de elegir. Podemos obedecer por miedo a las consecuencias, pero también podemos incumplir unas reglas si las consideramos injustas. La CNV nos anima a estar en conexión con nuestras necesidades. Aunque a veces la situación nos fuerce a escoger entre dos opciones poco apetecibles, ser conscientes de la posibilidad de elegir nos ayuda a la hora de tomar y asumir decisiones.
Expresiones como “soy tonto” o “debería haber hecho…” son habituales cuando lamentamos haber llevado a cabo una acción. Esta forma de hablarnos nos genera culpa y frustración. En vez de hacernos reproches podemos tener autoempatía, tratar de recordar qué necesidades queríamos cubrir, y buscar estrategias más efectivas para satisfacerlas.
En las relaciones de pareja, la empatía y la comunicación son especialmente importantes. Una relación duradera es una estrategia conjunta para satisfacer algunas necesidades como la confianza y el cariño. No podemos asegurar cuáles van a ser nuestros sentimientos en el futuro, pero podemos ser claros con respecto a lo que estamos sintiendo en el momento y sobre lo que esperamos de la relación y de la otra persona.
Otro aspecto importante de la CNV es la gratitud. Expresar y recibir agradecimiento sincero nos conecta con los demás, con la alegría de contribuir al bienestar de otras personas y de que contribuyan al nuestro. Podemos dar las gracias mencionando la acción concreta llevada a cabo, la necesidad que ha sido satisfecha y los sentimientos agradables que nos produce. Cuando recibimos un agradecimiento con empatía nos alegramos con quien lo expresa, sin falsa modestia, sin miedo a las expectativas que generemos. No olvidemos tampoco darnos las gracias a nosotros y nosotras mismas por las cosas que nos alegramos de haber hecho.
En el libro «Resolver los conflictos con la comunicación no violenta» Gabriele Seils entrevista a Marshall Rosenberg, que profundiza en la aplicación de la CNV y en cómo puede la empatía ayudar a mejorar nuestras vidas.
Empezar a usar la CNV
Es frecuente que al conocer la CNV nos entusiasme por las posibilidades que ofrece y tratemos de ponerla en práctica inmediatamente de una forma superficial. Si nos limitamos a adaptar nuestro lenguaje pero en el fondo estamos juzgando severamente a la otra persona, probablemente no resulte muy útil, o incluso puede que sea contraproducente, ya que puede sonar artificial, con lo que será mucho más difícil que establezcamos una conexión empática.
Esto sucede porque normalmente nos resulta más sencillo apoyarnos en las palabras que interiorizar el proceso. Utilizar la CNV de verdad supone “cambiar el chip”, tomar conciencia de nuestros sentimientos y necesidades, renunciar a usar la coacción y la manipulación, conectar con la otra parte, buscar una solución que satisfaga a ambas y tener flexibilidad para cambiar de estrategia.
Llegar a dominar la técnica requiere un tiempo. Afortunadamente no necesitamos ser expertos y expertas para empezar a ponerla en práctica. Si abordamos un conflicto con la intención sincera de entender a la otra persona en lugar de tratar de salirnos con la nuestra, es probable que percibamos un cambio en su actitud, sobre todo si conseguimos hacernos entender. Podemos elegir las palabras que nos resulten cómodas en cada situación.
Aunque lo más importante es el proceso mental, también conviene ser conscientes del efecto que tienen algunas expresiones. Por ejemplo, cuando oímos “pero…”, normalmente entendemos que se le está restando importancia a algún hecho o idea, por ello si queremos contraponer dos hechos sin menospreciar ninguno, podemos emplear la expresión “y al mismo tiempo…”. Recordemos también que utilizar un lenguaje positivo (hablar de lo que queremos en vez de lo que rechazamos) y dinámico (que tienen en cuenta que la realidad es cambiante) nos facilita llegar a una solución conjunta.
Conectar con empatía requiere un tiempo y un esfuerzo, especialmente al principio. Sin embargo, creo que tenemos mucho que ganar. Establecer una verdadera conexión es un placer en sí mismo, y además nos puede ahorrar muchos problemas. No se trata de “creer en la CNV”, la propuesta es probar a usar la empatía en distintas situaciones, intentar aplicar el proceso y comprobar el resultado. La alternativa ya la conocemos.
En lo que a mi experiencia personal se refiere, puedo decir que utilizar la CNV no es fácil pero es muy gratificante. Ante un conflicto, lo primero que me viene a la cabeza sigue siendo una avalancha de juicios, seguidos de alguna idea de cómo imponer mi voluntad… por suerte ahora intento comprender cómo me siento y qué necesito cuando me pasa eso. Si no soy capaz en ese momento, trato de aplazar el conflicto para un momento en que esté más tranquilo. Cuando consigo dejar aparcados los juicios y logro abordar un conflicto con empatía, incluso aunque lo haga de forma torpe debido a mi falta de experiencia, compruebo sorprendido el cambio que se produce en la otra persona.
CNV y educación
Nuestra educación basada en castigos y recompensas hace que hayamos aprendido a estar pendientes de las evaluaciones de otras personas más que a tomar decisiones de forma autónoma y responsable. También hemos ido interiorizando desde la infancia las pautas autoritarias que son el caldo de cultivo de la violencia. Podemos educar de una forma más acorde con nuestros valores, fomentando la cooperación y la confianza, y de esta forma contribuir a una sociedad más pacífica.
Obligar a un niño o una niña a que haga algo puede ser la forma más rápida de conseguir lo que queremos, sin embargo las imposiciones suelen generar un resentimiento y una frustración que en el futuro pueden provocar más problemas de los que ayudan a resolver.
Los premios y elogios son otro recurso educativo muy habitual, y aunque menos cuestionados que los castigos, tienen también su lado contraproducente, ya que hacen que los menores se acostumbren a depender de una autoridad externa que establezca qué está bien y qué está mal.
En el modelo de educación que propone la CNV, niños y niñas aprenden a descubrir y satisfacer sus necesidades, así como a ser conscientes de las de los demás, incluyendo las de sus madres, padres y profesores. Si nos libramos de la idea de que tenemos que controlar en todo momento el comportamiento de los niños y niñas, podemos dejar que afloren sus ganas de aprender y de ayudar. La falta de coerción es fundamental para que surja la motivación intrínseca, ya que a todas y todos nosotros, niños y mayores, nos cuesta mucho más ser empáticos si percibimos que nos están obligando a algo.
Lo que propone la CNV es compartir con los menores lo que estamos viviendo, intentando conectar con nuestra verdadera motivación, y no quedarnos simplemente en una evaluación de lo que están haciendo. Por ejemplo: “Cuando arrojas el cochecito contra la pared, me preocupa que se rompa y no podamos arreglarlo, ¿te parece bien si ponemos un cojín haciendo de tope?”. De esta forma tratamos de armonizar nuestra necesidad de seguridad con su seguridad de juego. Además de poder ahorrarnos una bronca, al usar este método estamos mostrando cómo prestar atención a las necesidades de todas y todos.
Hablar de nuestros sentimientos a los chavales es fundamental para que desarrollen una mayor conciencia emocional, para que aprendan a identificar y a compartir lo que sienten. Con niños y niñas muy pequeños podemos adaptar el lenguaje para hacernos entender mejor, aunque lo más importante no son las palabras que usamos sino la actitud con la que abordamos cada situación.
Desde luego, al principio no es fácil, el reto consiste en utilizar nuestra energía y creatividad para desarrollar estrategias que satisfagan la curiosidad y la independencia de los menores y que no supongan un problema para nosotras y nosotros. Para las luchas recurrentes, conviene dedicar el tiempo suficiente y elegir el momento oportuno, por ejemplo, si tiene relación con el horario de acostarse mejor tratarlo por la tarde que por la noche cuando está viendo la televisión.
Ser flexibles no significa ceder a todos los caprichos de un niño o una niña. En primer lugar, podemos poner límites para evitar aquellas situaciones que queremos evitar a toda costa, por ejemplo, si suponen un peligro o si resultan una molestia grave para terceras personas. Lo que diferencia un límite de un castigo, aunque lo impongamos mediante la fuerza, es nuestra intención de evitar un mal inmediato, no queremos castigar ni dar una lección.
En segundo lugar, haremos bien en prestar atención a nuestras propias necesidades para saber qué queremos pedir a los menores, ya que a veces detrás de una regañina (“¡deja de hacer el tonto y pórtate bien!”) se esconde una necesidad insatisfecha que ni siquiera hemos reconocido (“necesito descanso y tranquilidad”).
Si, en lugar de establecer unas normas rígidas transmitiendo a los niños y niñas la idea de que sabemos en todo momento lo que les conviene y lo que no, hablamos sinceramente de lo que nos gustaría y lo que nos preocupa, estaremos fomentando su autonomía y su autoestima, y además les daremos la oportunidad de conocernos mejor. Podemos intentarlo incluso cuando les ponemos un límite, por ejemplo, diciendo “lo siento, no te voy a dejar subir ahí porque tengo miedo de que te caigas”, en vez de “bájate de ahí que te vas a caer”.
En el libro «Ser padres desde el corazón», la educadora Inbal Kashtan nos da algunas claves para una educación sin castigos ni recompensas, utilizando la empatía y la cooperación, con una pedagogía basada en las ideas de Rosenberg.
CNV y cambio social
El simple hecho de saber que existe otra forma de resolver los conflictos, según la cual lo importante no es saber quién tiene la razón, sino qué estamos sintiendo y necesitando, puede suponer un cambio en nuestra forma de entender las relaciones y de comunicarnos. Pero más allá de su aplicación en el ámbito personal, la CNV fue concebida desde sus inicios como una herramienta para la transformación social.
La CNV sólo acepta el uso protector de la fuerza, es decir, para evitar una injusticia o una amenaza inminente, nunca para castigar a alguien por su comportamiento o conseguir que cambie. Rosenberg era partidario de un sistema de justicia restaurativa, de buscar la reconciliación entre víctimas y agresores, en lugar de una justicia punitiva como la que opera en prácticamente todos los países.
Se ha utilizado la CNV para mediar en conflictos violentos, tanto de naturaleza política como étnica y religiosa, en distintas partes del mundo con resultados favorables. También hay instituciones educativas y otras organizaciones que recurren a dinámicas basadas en la CNV para resolver los conflictos.
Más allá de prevenir la violencia, la CNV nos anima a ser conscientes de las necesidades de los demás, a cooperar en lugar de competir. Difundir su uso es promover la idea de una sociedad pacífica, no autoritaria y donde todo el mundo pueda tener una vida más satisfactoria, lo que nos lleva a cuestionar las estructuras políticas y económicas que provocan que millones de personas sufran las consecuencias de la violencia y de la pobreza extrema.
Rosenberg declaraba su admiración por luchadores sociales como Gandhi y Nelson Mandela, que se rebelaron contra la sociedad injusta en la que vivían y fueron capaces de transformarla sin emplear la violencia. Defendía la tesis de Gene Sharp de que las luchas de liberación basadas en estrategias de no-violencia son más efectivas y menos costosas en términos materiales y humanos.
«Estoy convencido de que todo el mundo sufre bajo las estructuras políticas y económicas en las que vivimos. Parece que haya vencedores y vencidos, pero los que más dinero ganan pagan un precio muy alto en términos psicológicos y espirituales. Alguien que se ha hecho muy rico a costa de los demás vive en un mundo que gira alrededor del dinero. Ese tipo de vida no responde a nuestras verdaderas necesidades. Toda la cultura del consumo se basa en la satisfacción sustitutiva de necesidades. Y esta es una de nuestras metas más importantes para los próximos años: enseñar a la gente mejores vías para satisfacer con sentido sus necesidades.»
Marshall Rosenberg.
La CNV puede sernos muy útil en las organizaciones sociales aunque no compartamos la filosofía de Rosenberg hasta el punto de empatizar con tiranos y corruptos. Nos puede servir para comunicarnos de una forma más eficiente, resolver mejor los conflictos y mantenernos en sintonía con el resto de integrantes del colectivo. También nos puede servir para liberarnos de prejuicios y comprender mejor a todos los actores que influyen en la elección de nuestras estrategias.
Por eso algunas personas estamos tratando de promover la CNV y otras técnicas para desarrollar la empatía en los centros sociales. También la Asociación para la Comunicación No-Violenta del Estado español organiza talleres y encuentros. Creo que estamos empezando a tomar conciencia de que necesitamos gestionar mejor nuestras emociones, y existe un anhelo creciente de aprender cómo hacerlo, lo cual puede ser algo muy positivo también para el cambio social. Aun con sus dificultades y limitaciones, estoy convencido de que la CNV es una herramienta muy útil para avanzar hacia una sociedad más democrática, más igualitaria y más justa.
Listado de sentimientos
Cuando mis necesidades están satisfechas me siento…
…ilusionado/a, sorprendido/a, impresionado/a, animado/a, entusiasmado/a, apasionado/a, fascinado/a, eufórico/a, estimulado/a, excitado/a…
…atento/a, intrigado/a, curioso/a, atraído/a, interesado/a, expectante, dispuesto/a, decidido/a, motivado/a, involucrado/a, comprometido/a, inspirado/a…
…amistoso/a, sociable, abierto/a, receptivo/a, comprensivo/a, compasivo/a, generoso/a, cercano/a, efusivo/a, cariñoso/a, tierno/a, amoroso/a…
… contento/a, alegre, feliz, emocionado/a, complacido/a, encantado/a, conmovido/a, agradecido/a, satisfecho/a, afortunado/a, realizado/a…
…tranquilo/a, calmado/a, aliviado/a, cómodo/a, lúcido/a, sereno/a, descansado/a, despejado/a, liberado/a, renovado/a, fresco/a, centrado/a, en paz, en armonía…
… confiado/a, seguro/a, fuerte, capaz, optimista, esperanzado/a, orgulloso/a.
Cuando mis necesidades no están satisfechas, me siento…
…nervioso/a, inquieto/a, tenso/a, incómodo/a, agitado/a, ansioso/a, preocupado/a, estresado/a, agobiado/a, desbordado/a, saturado/a, sobrecargado/a, impaciente, indefenso/a…
…asustado/a, inseguro/a, temeroso/a, alarmado/a, acongojado/a, aterrorizado/a, espantado/a, angustiado/a, desesperado/a, bloqueado/a, impotente, vulnerable, frágil, sensible, cohibido/a, avergonzado/a, tímido/a…
…confuso/a, dubitativo/a, indeciso/a, desconcertado/a, desorientado/a, perplejo/a, perdido/a, pensativo/a, vacilante/a, dividido/a, desconfiado/a, escéptico/a…
…enfadado/a, disgustado/a, harto/a, indignado/a, frustrado/a, crispado/a, irritado/a, malhumorado/a, molesto/a, furioso/a, rabioso/a, violento/a, asqueado/a, repugnado/a, contrariado/a, resentido/a, envidioso/a, celoso/a, acomplejado/a, arrepentido…
…triste, apenado/a, afectado/a, desanimado/a, deprimido/a, infeliz, desgraciado/a, consternado/a, amargado/a, decepcionado/a, desilusionado/a, conmocionado/a, apático/a, melancólico/a, nostálgico/a, dolido/a, herido/a, aburrido/a, solo/a, pesimista/a, distante, indiferente…
…cansado/a, fatigado/a, agotado/a, hecho/a polvo, exhausto, débil, quemado/a, reventado/a, abatido/a, decaído/a, apagado/a, desconectado/a, perezoso/a.
Falsos sentimientos (evaluaciones ocultas): engañado/a, estafado/a, abandonado/a, ignorado/a, humillado/a, olvidado/a, excluido/a, ridiculizado/a, utilizado/a, traicionado/a, juzgado/a, censurado/a, rechazado/a, despreciado/a, infravalorado/a, ultrajado/a, insultado/a, tirado/a, desacreditado/a, presionado/a, coaccionado/a, atrapado/a, intimidado/a, acosado/a, amenazado/a, atacado/a, explotado/a, protegido/a, culpable.
Listado de necesidades
Agua, aire, luz, alimentación, abrigo, alojamiento, higiene, descanso, tranquilidad, soledad, silencio, espacio, movimiento, sexualidad…
…apoyo, confianza, seguridad, protección, cuidado, comodidad, orden, paz, armonía, eficacia…
…comunicación, conexión, contribución, colaboración, cooperación, consideración, concertación, cercanía, interdependencia, contacto físico, intimidad, amor, afecto, empatía, comunidad, solidaridad, sinceridad, expresión, delicadeza…
…identidad, respeto, integridad, honestidad, coherencia, pertenencia, reciprocidad, autenticidad, autoconocimiento, autoestima…
…aceptación, reconocimiento, agradecimiento, celebración, ritual, duelo, compartir emociones…
…autonomía, espontaneidad, independencia, elección, emancipación…
…diversión, alegría, entretenimiento, esparcimiento, juego, risa, humor, relajarse…
…comprensión, claridad, esperanza, sentido, trascendencia, orientación, objetivo, inspiración…
…creatividad, belleza, desarrollo, crecimiento, libertad, aprendizaje, expresión, realización.
Deja una respuesta