Escrito por la Dra. O’Connor.
¿Te preocupan los niños con comportamientos agresivos? ¿Conoces a alguno que presente este tipo de conducta? ¿Quieres más información sobre la agresividad en los niños y cómo se les puede ayudar?
No eres el único.
Cuando los niños presentan un alto grado de agresividad, sus padres y sus profesores se preocupan. ¿Cuál es el problema? ¿Por qué se comportan de esta manera? ¿Qué está fomentando y consolidando esas conductas agresivas? ¿Y qué pueden hacer ellos mismos para mejorar?
Los niños que muestran conductas agresivas suelen estar angustiados y alterados. Es difícil tranquilizarles y ayudarles a controlar esos comportamientos, que a menudo les causa problemas, se les castiga y, se les acaba tachando de «traviesos» o «malos».
Los comportamientos agresivos de estos niños también pueden generar un considerable malestar en los demás. Los niños agresivos suelen serlo verbalmente y en su manera de argumentar sus ideas, también pueden experimentar dificultades para controlar su temperamento ya que los demás en seguida les molestan y enfadan. Suelen ser desafiantes y pueden parecer estar enfadados y resentidos. Con su comportamiento agresivo pueden interrumpir las clases en el colegio y pueden llegar a herir, amenazar o incluso asustar a otros niños.
Si no intervenimos, corren el riesgo de desarrollar desórdenes de comportamiento graves, como el trastorno negativista desafiante o trastornos de conducta. Conforme aumentan sus problemas, su comportamiento agresivo supone una amenaza para la seguridad de otros niños e incluso de los adultos. Cuando un comportamiento agresivo alcanza este nivel, en algunos casos acaban expulsados o suspendidos de la escuela. En estos casos, lo más importante es la protección de los otros niños y de sus profesores.
Aunque algunos comportamientos son menos extremos o problemáticos, siguen siendo preocupantes. Pueden ser violentos con otros niños y golpearles, darles puñetazos o pellizcarles. Algunos niños lanzan pequeños objetos o arrojan y rompen cosas cuando se enfadan o alteran. Otros se enrabietan y patalean o gritan.
Otros niños son agresivos verbalmente. Ponen motes a otros niños, les amenazan y se burlan de ellos. Usan el control emocional para victimizarles e intimidarles. Pueden incluso aislarles y difundir rumores sobre ellos.
Más allá del nivel de agresividad, la intervención temprana es importante para ayudarles, pues necesitan desarrollar estrategias de afrontamiento saludables para controlar su comportamiento y gestionar la rabia y el conflicto, así como otros sentimientos y situaciones angustiosas. Tenemos que enseñarles otras maneras de resolver los problemas y darles estrategias para ayudarles a calmarse y a controlar su sistema nervioso, para que así cuando se sientan amenazados no se active en ellos tan fácilmente la respuesta «luchar».
¿Cuál es la causa de la agresividad en los niños?
Los niños no se comportan de manera agresiva porque sean «traviesos» o «malos», su comportamiento puede deberse a patrones cerebrales determinados por experiencias previas. Normalmente, estas experiencias implican relaciones y/o experiencias sociales específicas, o incluso un trauma, bien sea uno solo, o traumas de relaciones complejas. A su vez, estos patrones cerebrales activan la respuesta defensiva, y el niño responde con agresividad para protegerse de la amenaza que ha sentido. Este proceso suele ser inconsciente e inmediato, y se escapa del control del niño. Para otros niños puede resultar difícil percibir cualquier amenaza clara o, si la perciben, para ellos es en su mayor parte inofensiva, por lo que cualquier respuesta agresiva estaría injustificada.
En consecuencia, detrás de un comportamiento agresivo se encuentra a menudo el cerebro, en parte determinado por las experiencias previas.
Son múltiples factores los que se combinan y alimentan la agresividad en los niños.
En algunos casos, por ejemplo, la combinación del temperamento del niño y/o una predisposición genética, más la influencia del entorno (p. ej., el estrés), puede aumentar la tendencia del niño a la agresividad como principal estrategia de confrontar los problemas.
Algunos de esos factores que se combinan y pueden contribuir a aumentar el grado de agresividad de los niños son:
- Las influencias genéticas y/o el temperamento, que, a su vez, se ven determinadas por la experiencia. La genética por sí sola no provoca comportamientos agresivos.
- Las relaciones de apego inseguras o desequilibradas pueden condicionar los patrones cerebrales que, a su vez, pueden acrecentar el nivel de agresividad del niño.
- Estrés permanente que no encuentra alivio.
- La falta de estrategias para resolver y afrontar los problemas de forma adecuada.
- Falta de modelos de conducta a seguir (la gente alrededor, familiares, la televisión y los videojuegos) que valoren y sean un ejemplo de comportamiento no agresivo.
- Estilos de enseñanza ineficaces, por ejemplo: autoritario, controlador, severo, coercitivo, permisivo, demasiado indulgente, o de rechazo. Si alguno de los padres tiene problemas psicológicos como depresión o alcoholismo puede contribuir a estresar al niño.
- Mala conexión entre padres e hijos: un estilo de enseñanza ineficaz podría ser la consecuencia más que la causa del comportamiento del niño. Los comportamientos problemáticos de los niños pueden afectar al estado de ánimo de los padres y los comportamientos parentales.
- El estrés, las alteraciones y conflictos familiares.
- La inestabilidad y la falta de un entorno seguro y estable.
- Daños neurológicos, como una lesión cerebral adquirida.
Cómo ayudar a niños con comportamientos agresivos
Las siguientes sugerencias pueden servir para ayudar a los niños con comportamientos agresivos. Prueba con lo que se ajuste más a tu situación.
Recuerda: los cambios de comportamiento llevan su tiempo. Hace falta ser constante y perseverar.
Estate pendiente de cualquier pequeño cambio. Los pequeños pasos marcan la diferencia y os llevará a obtener un resultado positivo. Observa cuándo las cosas están funcionando o se está produciendo algún cambio positivo, por pequeño que sea.
La constancia, la perseverancia y la paciencia aumentan las posibilidades de que tus esfuerzos se vean compensados. Prueba algunos de estos consejos y ayuda a los niños con comportamientos agresivos.
- Evita los castigos físicos: los castigos punitivos y severos se asocian con un comportamiento agresivo en los niños. No hay que olvidar que los padres y otros adultos son un ejemplo para ellos. Si los progenitores responden con agresividad, lo más probable es que sus hijos respondan de la misma manera.
- Debes ser su modelo a seguir: hay que modelar adecuadamente el dominio emocional y la gestión de los sentimientos de rabia. Enséñale a tus hijos a expresar sus emociones, tanto las buenas como las malas, incluyendo las técnicas adecuadas para controlar la rabia. También se debe trabajar la asertividad y las habilidades de resolución de problemas. Compórtate como te gustaría que tus hijos lo hicieran de mayores. Los progenitores que son física o verbalmente agresivos el uno con el otro favorecen la agresividad en sus hijos.
- Recompensa los comportamientos correctos y no agresivos: cuando te des cuenta de que tu hijo se está comportando de manera apropiada y no agresivamente, díselo y elógiale por ello, que sepa cuán orgulloso estás. También puedes decirle cosas como «Puedes estar orgulloso de ti mismo», pues los niños también necesitan desarrollar un sentido del orgullo propio.
- Acordar el comportamiento y establecer objetivos: hazle saber qué comportamiento es exactamente el que se espera de él y cuál no. Intenta trabajar con el niño para establecer unos objetivos para mejorar su comportamiento, y redacta un acuerdo basado en estos objetivos. Además, elabora una tabla para registrar diariamente su comportamiento. Proporciónale refuerzos positivos (p. ej., un trato especial, una excursión o un rato especial con alguno de vosotros para pasarlo bien con su actividad favorita o sencillamente un tiempo para pasarlo bien o jugar juntos.
- Evita reforzar los comportamientos agresivos: sin darse cuenta, los maestros y los padres pueden reforzar las conductas agresivas a través de la atención. Reñirles o castigarles por ser agresivos puede reforzar esa conducta agresiva, pues algunos niños sienten que cualquier atención es mejor que ninguna; por ello, una atención negativa puede reforzar un comportamiento agresivo. Alaba hasta la más mínima señal de intención de un comportamiento adecuado, intentando ignorar el agresivo.
- Adopta un comportamiento afectuoso, comprensivo y asertivo: evita los comportamientos que favorezcan la agresividad en los niños como, por ejemplo: ser autoritario, controlador, severo, coactivo, permisivo, demasiado indulgente, o el comportamiento de rechazo.
- Enséñale a tus hijos las habilidades de conducta apropiadas y se ejemplo de ellas: por ejemplo; la asertividad, la resolución de problemas o la toma de decisiones. Los comportamientos agresivos de los niños también pueden requerir que se trabajen sus habilidades sociales y de resolución de conflictos. Tienes que enseñarles a controlar sus impulsos para que así no ataquen sin pensar antes en las consecuencias.
- Adopción de perspectiva y reinterpretación de situaciones: los niños con comportamientos agresivos a menudo atribuyen o perciben intenciones hostiles donde no las hay. Suele ser de ayuda animar a estos niños a reinterpretar la conducta de alguien y pensar en otras razones que la expliquen. Anima a los niños que son agresivos a ponerse en el lugar de los demás, incluyendo a quienes ellos mismos han hecho daño o a quienes creen que les han hecho daño a ellos.
- Juego de roles y considerar alternativas a la agresividad: para los niños con comportamientos agresivos pueden ser beneficiosos los juegos de adquirir roles o considerar alternativas a las reacciones de comportamiento agresivas. Cuando se comporten de manera agresiva, tienes que ayudarles a hablar del problema, y animarles a considerar soluciones alternativas y a ponerlas en práctica cuando vuelva a pasar. A veces funciona, en especial con los niños más jóvenes, pedirles que elaboren soluciones alternativas a los conflictos con los que se enfrentan.
- Controlar la ira: habla abiertamente de emociones con los niños, ayúdales a expresar sus sentimientos de forma saludable y apropiada, así como a considerar la manera más apropiada para controlar la ira.
- Mejora tus habilidades como padre: toma cursos de educación parental, consulta libros de interés, o busca apoyo profesional para que te ayuden a mejorar tus habilidades parentales y a adoptar un estilo de enseñanza que funcione.
- Elimina el estrés y la ansiedad: pueden contribuir a reducir e inhibir la habilidad de afrontar los problemas del niño, o las habilidades de los padres para adoptar estrategias eficaces.
- Un tiempo para pensar: tras el estallido de agresividad, tómate un momento para reflexionar sobre lo ocurrido, y procura que tu hijo también lo pueda hacer. Esto te puede ayudar a calmarte antes de hablar sobre el comportamiento agresivo con el niño y decidir cuáles serán las consecuencias. Déjalo un rato en una habitación tranquila o sentado en una silla en una esquina (a menudo se recomienda un minuto por año de edad). Asegúrate de que el niño no lo viva como una recompensa.
Por último, si el problema no parece que vaya a remitir a pesar de tus esfuerzos, se recomienda una evaluación psicológica completa (una evaluación neuropsicológica en el centro educativo, p. ej.) con el objetivo de ayudarte a llegar a la raíz del problema, y establecer intervenciones basadas en pruebas para abordarlo.
Artículo original: http://www.solutionsforchildproblems.com/aggressive-behavior-children.html
La Dra. O’Connor es la autora del libro en inglés I Can Be Me-A Helping Book for Children of Alcoholic Parents.
Traducido por Darío Cedrés Castro.
Suyapa dice
Mis mas sinceras felicitaciones por tan buen artículo. Muy completo e ilustrativo. Muchas gracias por compartir y excelente trabajo!