El mejor padre o madre no es aquel que más hace, sino el que hace lo suficiente: la crianza imperfecta.
Las cosas se pueden hacer de dos formas: mal o bien. Nuestros hijos merecen solo lo mejor. Para hacer algo mal, mejor no hacerlo. Voy a ser la madre o padre perfecto.
Estas son frases que muchos de nosotros hemos interiorizado, y a menudo, nos hacen más mal que bien. La perfección es para muchos un sueño que se convierte en pesadilla. Aquí, Peter Gray y Bruno Bettelheim nos proponen una solución a la perfeccionitis: la crianza imperfecta.
Publicado en inglés el 22 de diciembre de 2015. Escrito por Peter Gray en Freedom to Learn.
Si definimos la crianza como cuidar de nuestros hijos, entonces ante la pregunta «cómo ser buenos padres», la respuesta no será «cuidando mucho», ni ciertamente tampoco «cuidando poco», sino «cuidando en la justa medida».
Sin duda, si Ricitos de Oro hubiera probado tres padres y madres diferentes junto con los platos de sopa, los sillones y las camas del cuento, serían los que hubiera elegido. También serían los que la mayoría de los niños elegirían, si alguien les preguntase.
Recientemente leí el libro de Bruno Bettelheim, No hay padres perfectos, originalmente publicado en 1987. No estoy de acuerdo con todo lo que dice el libro (es demasiado psicoanalítico para mi gusto y pienso que subestima de alguna manera las capacidades de razonamiento de los niños), pero estoy de acuerdo en muchas cosas.
El concepto de los «padres imperfectos» (a lo largo de este escrito se habla de padres refiriéndose a padre y madre) llegó a Bettelheim a través de las escrituras del psicoanalísta y pediatra británico Donald Winnicott, aunque este estaba interesado solamente en las madres y se refería a las «madres imperfectas». Bettelheim no solo generalizó el concepto incluyendo ambos géneros, sino que también lo aterrizó de una manera que tiene sentido para personas ordinarias como yo.
[Nota: Cuando digo que me gustan las ideas de «No hay padres perfectos» de Bettelheim, no pretendo insinuar que estoy de acuerdo con todos sus escritos o que admiro todos los aspectos de su persona. Es normal que la gente que tiene algunas buenas ideas, también tenga algunas malas.]
Esta publicación está inspirada en el libro de Bettelheim. Las ideas que siguen pueden no coincidir plenamente con las suyas, pero son cercanas. Son las ideas de Bettelheim según las he entendido.
En mi opinión, y, de forma aproximada, como lo ve Bettelheim, los padres imperfectos tienen las siguientes características.
Los padres imperfectos no se esfuerzan por ser padres perfectos y no piden la perfección por parte de sus hijos.
En el prefacio de este libro, Bettelheim escribía:
Para criar bien a un niño, no necesitas intentar convertirte en un padre o madre perfectos, tampoco debes esperar del niño que se convierta en un individuo perfecto. La perfección no se encuentra al alcance de los seres humanos ordinarios. Los esfuerzos por alcanzarla generalmente interfieren con la capacidad de tolerar las imperfecciones de otros, incluyendo las de nuestros hijos. Esto hace la relación con otros seres humanos más dificultosa.
Uno de los problemas inherentes a la expectativa de perfección es que magnifica toda imperfección, incluyendo aquellas que son inevitables.
Si eres un fabricante de máquinas o muebles, la búsqueda de la perfección puede ser algo bueno, ya que las imperfecciones en máquinas y muebles pueden ser corregidas; pero luchar por la perfección como padres no es algo bueno, porque las imperfecciones en los seres humanos son inevitables, son parte de la condición humana. De hecho, es difícil imaginar cómo podría ser la perfección en un ser humano.
La creencia de que la perfección, o semi-perfección, es posible en la crianza, origina una tendencia a culpar. El razonamiento perfeccionista es el siguiente: Si surgen problemas, entonces debe ser culpa de alguien.
Los padres que buscan la perfección se culpan a sí mismos, a sus parejas o a sus hijos cuando las cosas no salen bien. La culpa nunca ayuda, es la ruina de toda familia en la que se desarrolla y habita.
Así, hacia el final del libro, Bettelheim escribía:
Hoy en día, la gente cree equivocadamente que no deberían existir problemas y que, si aparecen, hay que culpar a alguien. Esto es origen de grandes penas y desgracias dentro de la unidad familiar, lo cual agrava la dificultad original y a veces, incluso cuestiona la validez del matrimonio y de la familia. Un antiguo proverbio chino dice que ninguna familia puede colgar el cartel de «Aquí todo está bien».
Los padres imperfectos no se preocupan demasiado por sus imperfecciones. Se esfuerzan por mejorar, pero entienden que no siempre tendrán todo el éxito que desearían, y se perdonan a sí mismos por eso.
Los padres imperfectos reconocen que incluso el amor es imperfecto, es siempre variable de alguna manera.
En palabras de Bettelheim:
existen pocos amores que estén enteramente libres de sentimientos mixtos. … No sólo el amor por nuestros hijos está a veces teñido de otros sentimientos como el de molestia, desaliento, y decepción; lo mismo ocurre con el amor que nuestros hijos sienten por nosotros.
Los padres imperfectos aceptan esto como parte de la condición humana. Entienden que la naturaleza ha creado a los niños para que sean muy fuertes. No hubiéramos sobrevivido como especie si esto no fuese así.
Mientras que los padres no lo hagan demasiado mal (y a veces aunque lo hagan), los niños saldrán suficientemente bien, y con eso, es más que suficiente.
Los padres imperfectos respetan a sus hijos e intentan comprenderlos tal y como son.
Los padres imperfectos no se ven como creadores, formadores o modeladores de sus hijos. Los ven como personas completas en el ahora y tienen como objetivo conocerlas. Entienden que la relación con los hijos va en ambas direcciones, pero no de forma exactamente igual.
Es una relación entre iguales, en el sentido de que las dos partes son igualmente importantes, igualmente merecedoras de ser felices, de crear sus propias metas y luchar por conseguirlas (mientras que no dañen a otros).
Sin embargo, también es una relación desigual, especialmente cuando los hijos son más pequeños. Los padres son más grandes, más fuertes, más sabios (o eso esperamos), tienen una mayor capacidad de razonamiento y controla los recursos que el niño necesita para su supervivencia.
Para que esta relación desigual funcione, los padres imperfectos se esfuerzan por conocer a los hijos, con el objeto de entender lo que necesitan y lo que quieren.
Generalmente, los niños no tienen la misma capacidad que los adultos de exponer sus razones o de argumentar y usar la lógica, por eso, no tiene sentido que los padres esperen siempre buenas razones para lo que los hijos.
Las tentativas de los padres de discutir con sus hijos se convierten a menudo en una «paliza verbal» y en una humillación de los pequeños, cosa que atenta contra el objetivo de comprender y apoyar.
Según Bettelheim:
A menudo, los niños y niñas pequeñas viven la capacidad de razonar y discutir del adulto y su mayor control de los hechos relevantes (que tan convincentes se les antojan a los padres), como un simple aplastamiento de su propia opinión. …
Entonces el niño siente que el adulto le ha vencido con su razonamiento y se siente frustrado y agotado. Es muy diferente de estar convencido. … En un conflicto, a no ser que al menos una parte sea capaz de entender a fondo el punto de vista del otro, no puede darse una solución satisfactoria. …
Por lo tanto, los padres imperfectos examinarán los motivos de sus hijos, intentarán entender sus pensamientos y valorarán sus deseos para comprender lo que el niño o niña espera obtener, por qué y cómo.
Para ilustrar la cuestión del respeto y comprensión para con el punto de vista del niño, Bettelheim da un ejemplo de conflicto entre padres e hijo que es más común hoy en día de lo que lo era cuando lo escribió: un conflicto motivado por los resultados escolares. Modificaré mínimamente el ejemplo para darle mi propio enfoque.
Supongamos que tus hijos no hacen sus deberes y que desobedecen a su maestra en la escuela. La maestra te llama para una reunión, y, si eres de los que buscan la perfección, te sentirás avergonzado por el «mal» comportamiento de tus hijos y por ti mismo como padre o madre.
Dado que piensas que los problemas deben evitarse a toda costa, tomas las palabras de la maestra como algo personal, y esto podría conducir a una reprimenda de tu hijo o hija, destruyendo así cualquier posibilidad de entender o ayudar verdaderamente.
En cambio, si eres un padre o madre imperfecto y no te dejas engañar por la ilusión de que la perfección es posible, entiendes el contratiempo como lo que es, un problema que se puede intentar resolver, no una tragedia o una ocasión para culpar o avergonzar a nadie.
El primer paso hacia una solución pasa por intentar entender el problema desde el punto de vista de tu hijo o hija. El respeto que sientes por ellos impide que interpretes su comportamiento como que hay algo malo dentro de ellos.
Quizás no sea capaz de exponer las razones de su comportamiento, o tal vez ni siquiera sea consciente del problema, pero eso no significa que no exista ninguna razón o que las razones sean equivocadas. Es bastante probable que su comportamiento en la escuela venga motivado por algo admirable, el deseo saludable de conseguir una mayor su independencia.
Aquí vuelvo a las palabras de Bettelheim:
Si como padres somos capaces de empatizar con la necesidad del niño de, por ejemplo, reafirmarse mediante el rechazo a sus deberes, o su miedo a convertirse en un títere si hace siempre lo que otros desean, entonces nuestra actitud hacia él será completamente diferente de lo que es cuando atribuimos su falta resultados académicos a la pereza o a la incapacidad.
Comprender a los hijos puede llevarnos por un camino positivo, cooperativo y constructivo en la resolución de cualquier problema, en el curso del cual padres e hijos hablan y buscan juntos soluciones.
¿Existen otras formas de que el niño o niña pueda demostrarse a sí mismo y a otros que no es un títere, formas que no le impidan aprobar el curso académico? O, ¿puede la familia optar por una educación alternativa que no recorte su fuerte necesidad de control sobre su propia vida y aprendizaje?
Lo más importante aquí es que el respeto lleva a los padres a intentar comprender el punto de vista de sus hijos, y, así, pueden quizás encontrar una solución que no acabe con un niño o niña derrotados, sino comprendidos.
Es más, incluso si no es posible encontrar una solución completamente satisfactoria, los hijos entenderán que sus padres están de su lado y no en su contra.
Los padres imperfectos se preocupan más por la experiencia de sus hijos durante la infancia que por su futuro como adultos.
Es natural que los padres se preocupen por el futuro de sus hijos. Todos queremos que nuestros niños crezcan y sean adultos buenos, felices y sanos, capaces de mantenerse y cuidar de ellos mismos y de otros. Pero los padres imperfectos saben que el futuro de sus descendientes es responsabilidad suya, no del padre o la madre. Son los hijos quien determinarán los objetivos de sus vidas y el camino para conseguirlos. El trabajo de los padres consiste en asegurarse de cubrir las necesidades de sus hijos durante la infancia.
Los padres imperfectos han reconocido que lo mejor que pueden hacer para ayudar a sus hijos a tener un futuro satisfactorio, es proporcionar las condiciones necesarias para una infancia satisfactoria.
Los hijos que se sienten seguros en su relación con sus padres, apoyados en lugar de controlados, que se confía en ellos y por lo tanto son de fiar, y que tienen un entorno que les permite jugar, explorar, y aprender (incluyendo muchas oportunidades de hacer amigos e interactuar con otros, más allá de la familia), lo tendrán más fácil para crear sus propios y satisfactorios futuros.
Los padres imperfectos [esto es mío, no de Bettelheim] lo han entendido, y por eso viven en el presente, no en el futuro. Una infancia feliz conduce, casi siempre, a una adultez feliz; y una infancia infeliz, muy a menudo, conduce a una adultez infeliz.
Los padres imperfectos proveen a sus hijos de la ayuda que necesitan y quieren, pero no más.
[Esta es una observación mía, aunque sospecho que Bettelheim estaría de acuerdo.] Los niños y niñas vienen al mundo diseñados por la naturaleza con un deseo de ser autosuficientes en todo lo posible. Así es cómo se mueven continuamente hacia la adultez.
Los padres y madres imperfectos entienden esto intuitivamente, y permiten a sus hijos la libertad de tomar riesgos y de ser autosuficientes ahí donde ya pueden. Les permiten cometer errores y fracasar, porque saben que los errores y los fracasos son un componente inevitable del aprendizaje.
Cuando proporcionan ayuda, lo hacen complementando y apoyando los esfuerzos del niño, en lugar de encargarse de la totalidad de la tarea. La meta es facilitar que lo hagan por su cuenta, apoyando así la independencia y no interfiriendo con ella.
Las herramientas principales de una crianza imperfecta son la reflexión consciente, la madurez y la empatía.
Los padres imperfectos no siguen ciegamente el consejo de los «expertos» o las últimas tendencias y no se preocupan en exceso por cómo otros juzgan su labor como padres. Son más propensos a buscar el consejo de amigos o familiares que los conocen mejor que el de los expertos.
Su propósito es ayudar a sus hijos a conseguir lo que quieren y necesitan, no probar al mundo que son padres o madres maravillosas, ni protegerse de las críticas.
Para descubrir cómo apoyar mejor a sus niños, los padres imperfectos se esfuerzan por entenderlos, y las herramientas principales para hacerlo son la reflexión consciente, la madurez (que incluye la paciencia), y la empatía.
Como indicábamos antes, la relación con los hijos es en parte una relación de igual a igual, pero no en todo. Los padres tienen más información, son más capaces de resolver problemas y más maduros que los hijos.
Niños y niñas, que ya se sienten inseguros de por sí, se sentirían mucho más inseguros si percibieran que sus padres no son más capaces que ellos para lidiar con los problemas de la vida.
La madurez es importante. Los padres imperfectos saben que deberán poner mucho más de su parte para que la relación con sus hijos funcione. El trabajo de padre y madre es entender a sus hijos; no así al revés.
Todos los padres fueron una vez hijos y recordar sus propias infancias puede ayudarles a comprender a sus hijos; los niños, sin embargo, nunca fueron padres.
Según Bettelheim:
Los recuerdos de nuestra propia infancia nos harán más pacientes y comprensivos; y mientras nos damos cuenta de que a pesar de la obstinación de nuestro hijo, él sufre ahora como sufrimos nosotros entonces, el amor por nuestro hijo, en quien reconocemos tanto de nuestra pasada niñez, regresará por sí solo. …
Los padres imperfectos se esfuerzan en evaluar y responder a cuestiones desde su perspectiva adulta y desde la del niño, y en basar sus acciones en una integración razonable de las dos. A la vez, aceptan que el niño, debido a su inmadurez, sólo puede entender las cosas desde su punto de vista. …
Así, el padre o madre imperfectos, además de estar convencidos de que sea lo que sea que haga su hijo, lo hace porque en ese momento está convencido de que es lo mejor que puede hacer, también se preguntará: ¿Qué me haría actuar como actúa mi hijo en este momento? Y si me sintiese forzado a actuar como él ahora, ¿Qué me ayudaría con ello?
En mi opinión, Bettelheim no está en lo cierto cuando dice que los niños sólo son capaces de entender su propio punto de vista. He conocido a niños bastante jóvenes, que parecían ser capaces de percibir muy bien cómo funcionaba la mentalidad de sus padres. Pero ciertamente estoy de acuerdo con él en que entender el punto de vista del otro debe ser responsabilidad de padre y madre, más que de los hijos.
La empatía es clave para el éxito de cualquier relación y los padres imperfectos saben que deben tomar las riendas en ese sentido. Es más fácil para ellos entender la mente de un niño, que para un niño meterse en la piel de sus padres.
De nuevo, según Bettelheim:
La empatía, tan importante para que el adulto comprenda al niño, requiere que uno considere a la otra persona como un igual; no en relación al conocimiento, la inteligencia, o la experiencia, y ciertamente no a la madurez, pero en relación a los sentimientos que nos mueven a todos.
La comprensión del padre de los sentimientos del niño, y el respeto por aquellos sentimientos, son el primer paso para poder ayudar.
Los padres imperfectos están seguros de que una crianza imperfecta es suficiente.
Los padres y madres que se sienten seguros en su forma de criar, estarán más tranquilos y menos ansiosos, serán más pacientes, y así proporcionarán una mejor fuente de seguridad para sus hijos que los padres que no se sienten tan seguros en lo que hacen.
En palabras de Bettelheim:
La inestable seguridad de los hijos depende, como ellos bien saben, no de su propia capacidad de protegerse a sí mismos, sino de la benevolencia de los otros. Son los padres los que les dan seguridad. … Ser un buen padre o madre imperfecta, por lo tanto, requiere de que estemos convencidos de que lo que damos es suficiente.
Más o menos al final del libro, Bettelheim agrega:
Aunque no somos perfectos, somos de hecho padres suficientemente buenos si durante la mayor parte del tiempo amamos a nuestros hijos y hacemos lo que podemos para que estén bien.
Esta sabiduría o verdad, nos puede proteger del disparate de que todo lo que hacen los niños es un reflejo de lo que nosotros hacemos. Gran parte de lo que hacen tiene que ver con ellos mismos y sólo indirecta o periféricamente con nosotros y lo que hacemos.
Este último punto trata sobre el valor de la humildad. Los padres imperfectos reconocen que el universo del niño no gira alrededor de los padres.
Las acciones de nuestros hijos no están motivadas principalmente por el deseo de complacernos o herirnos, sino por motivos que tienen que ver con su propia búsqueda para encontrar un lugar en el mundo.
Si somos padres o madres imperfectas, no asumimos mérito ni culpa por las acciones de nuestros hijos; solamente nos concentramos en entender y ayudar allí donde es necesario.
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En mi libro en inglés «Free to Learn» encontrarás más información sobre cómo los niños encuentran su camino en el mundo y cómo los adultos pueden apoyarles.
Artículo Original: https://www.psychologytoday.com/blog/freedom-learn/201512/the-good-enough-parent-is-the-best-parent. Traducido por Ivan Greczanik y revisado por Adrián Pérez.
Wendy Escobar dice
Muchas veces las sociedades nos heredan estereotipos de lo que es o no correcto, creo que debemos de romper moldes y dejar ser a nuestros hijos, que aprendan a su ritmo, no todos tenemos las mismas capacidades de aprender y todos tenemos diversas habilidades.
Cada cual su mundo y respetándonos como seres únicos e inigualables.
Gracias por sus buenos artículos en el Blog.
adrian dice
Gracias por tu comentario y por seguir el blog, Wendy.
Ana Peñuelas dice
Muchas gracias por este post! soy madre prácticamente recién estrenada (1 año) y este punto de vista me interesa mucho.
Vivimos en la cultura de la NO aceptación del fracaso, cuando es precisamente el fracaso el que nos lleva al éxito.
Saber comprender cómo se sienten nuestros niños, desde el respeto y el reconocimiento «del otro», creo que es la mejor manera de afrontar su educación. Ardua tarea.
adrian dice
Sin duda no es fácil, pero aceptarnos tal y como somos siempre es un buen comienzo.
¡Un saludo!