Aun siendo una opción, la agresividad no es nuestra naturaleza.
Publicado el 18 de abril de 2012, por Agustín Fuentes, en “Busting Myths About Human Nature”.
En la reciente asamblea de la American Association of Physical Anthropologists (Asociación Estadounidense de Antropólogos Físicos) en Portland, asistí a una charla interesante sobre agresiones letales en chimpancés. El presentador, Michael Wilson, de la Universidad de Minnesota, realizó una labor estupenda con su resumen sustancial de los datos actuales sobre estas agresiones. La conclusión: los chimpancés pueden ser muy violentos, especialmente los machos; aunque no se comprende del todo la razón por la que lo son. Y lo que es más importante, si uno no tiene en cuenta la mayor y más violenta población en el análisis, no encontramos ningún tipo de patrón explicativo. Por supuesto, esta conclusión confusa e interesante no es lo que se difunde por Twitter.
En lugar de ello, se dice que es solo otra prueba de que los chimpancés, y sus parientes más cercanos, los humanos, son agresivos por naturaleza. Si eso es cierto, la violencia doméstica, el acoso y la guerra es lo único que cabe esperar de nosotros: es simplemente nuestra manera de ser.
O no. Pongámonos nuestras gorras de desmentir mitos y hablemos del tema; ¿qué significa ser agresivo por naturaleza? Es más, ¿qué es la agresividad y de dónde proviene?
Si los humanos han evolucionado como agresores natos, si el uso de la violencia es una parte esencial de nuestra naturaleza, entonces la agresividad debe ser algo (un rasgo) que pueda identificarse y modelarse en los procesos evolutivos. También debe haber pruebas de que los humanos (y nuestros parientes primates) se valen a menudo de la agresividad, por encima de otros tipos de comportamiento, para conseguir el apareamiento y otros éxitos sociales.
Pues bien, ¿qué es lo que sabemos?
La agresividad no es un rasgo único, ni un sistema de comportamiento fácilmente descriptible. No es algo que haya evolucionado como paquete definido y completo, sino más bien como una serie de comportamientos que encuentra una gran variedad de dinámicas y complicadas expresiones. Los antropólogos, biólogos y psicólogos detectan comportamientos y patrones de “agresividad” distintos según si el objetivo es defendernos o si por el contrario planeamos un ataque; según si se trata de madres que defienden a sus crías o depredadores que persiguen a una presa; según si se trata de agresividad inducida por el miedo, de agresividad relacionada con el sexo o de agresividad territorial.
En los humanos, no hay patrones consistentes de comportamientos agresivos que hagan que los hombres tengan más éxito con las mujeres o que tengan un estatus mayor que otros hombres, aunque en ocasiones la agresividad esté relacionada. Incluso en el mundillo de la lucha, muchos de los profesionales más eficientes (como en el boxeo y en el Ultimate Fighting) son buenos gracias a su habilidad de controlar estratégicamente su agresividad.
Muy bien, pero, ¿y si la agresividad fuera en sí misma un sistema fisiológico (parte de nuestro cuerpo) que se ha revelado como algo necesario durante la evolución humana?
No lo es. A diferencia de lo que ocurre con los huesos, no hay nada en nuestro cuerpo que podamos medir y etiquetar como “agresividad”. Mientras que sabemos que ciertas partes del cerebro (la corteza prefrontal, la amigdala, el hipotálamo) interactúan con ciertos neurotransmisores (serotonina, MAO-A) y una variedad de hormonas esteroides (como la testosterona y otros andrógenos) colaboran para producir el comportamiento agresivo, también observamos que no hay un sistema fisiológico o neurológico específico diseñado para la agresividad. Todo lo relacionado con la expresión de la agresividad está vinculado a otros sistemas y su uso en el comportamiento es altamente contextual.
Pon por ejemplo la MAO-A (denominada el “gen guerrero”). Una versión de este gen se asocia con la hiperagresividad en los hombres (apenas se ha estudiado en las mujeres). Sin embargo, la expresión de este gen se relaciona con estrés en la niñez y con otras experiencias vividas. Nos encontramos con que, a pesar de todo, el porcentaje de hombres con la versión “agresiva” de este gen que han experimentado un gran trauma infantil y estrés social, que resultan ser altamente violentos y tener problemas para controlar su comportamiento de adultos, sólo es levemente mayor que el de hombres muy violentos con experiencias similares, pero sin ese gen.
Muchos de los que tienen la versión “guerrera” de este gen no experimentan ningún problema (como yo, por ejemplo). Este mismo tipo de complejidad se aplica a la serotonina, la testosterona, y otras hormonas y neurotransmisores asociados a la agresividad.
No existe ningún sistema o patrón consistente en el cuerpo o la mente humana que podamos señalar como actor principal del comportamiento agresivo.
Entonces, ¿qué pasa con los otros primates y con nuestros antepasados fósiles? ¿qué hay de nuestras comparaciones evolutivas? Sabemos que el chimpancé común puede ser altamente agresivo, pero en sus especies hermanas, el bonobo, la agresividad es algo muy inusual; y ambos están relacionados con los humanos igualmente. Entre los primates, la violencia letal entre especies es algo inusual, y no ocurre a gran escala. Tampoco existe un patrón dominante o consistente de agresión masculina vinculada al éxito en el apareamiento. Aunque la agresividad es importante en la vida social de los monos y los simios (como en la de los humanos) no es lo que dirige los sistemas sociales.
En nuestros registros de fósiles humanos y en la arqueología no hay pruebas de agresiones intensas ni guerras hasta la historia más reciente, y se asocia con la aparición de las poblaciones fijas, la agricultura y la estratificación social. Las mayores desigualdades sociales y los sistemas económicos y políticos complejos están relacionados con el aumento de tipos de agresividad y violencia en las sociedades humanas. Curiosamente, estos escenarios también parecen estar conectados con relaciones pacíficas más complejas y extensas entre las personas.
Las personas son capaces de llevar a cabo (y así lo hacen) una gran variedad de actos agresivos. Sin embargo, la agresividad no es nuestro comportamiento principal, en nuestra calidad de organismos exitosos. No hay pruebas suficientes para argumentar que hemos evolucionado con una serie de comportamientos agresivos específicos para triunfar en el mundo. De hecho, son nuestras habilidades de convivencia y de negociación en problemas sociales complejos, con o sin agresividad, las que hacen de los humanos una de las especies con más éxito en este planeta.
Si realmente desea profundizar en el tema de la agresividad, violencia, abuso, guerras y la naturaleza humana, consulte las siguientes referencias, donde todo lo que he citado anteriormente se trata con detalle, y con datos y explicaciones. Aventúrese en los datos actuales y desmienta los mitos usted mismo.
Archer, J. (2009) The nature of human aggression. International Journal of Law and Psychiatry 32: 202–208
DeWall, C.N. and Anderson C.A. (2011) The general aggression model. In Shaver, P.R. and Mikulincer, M. Eds. Human Aggression and Violence: causes, manifestations, and consequences. American Psychological Association Pp.15-33
Ferguson, B. ( 2011) Born to live: challenging killer myths. In Sussman, R.W. &Cloninger, R.C. Eds. Origins of Altruism and Cooperation. Developments in Primatology: Progress and Prospects, Volume 36, Part 2, 249-270
Fuentes, A (2012) Race, monogamy, and other lies they told you: busting myths about human nature, Berkeley, University of California Press
Fry, D. (2012) War, Peace, and Human Nature. New York, Oxford University Press.
Hart, D.L. and Sussman, R.W. (2008) Man the hunted: primates, predators, and human evolution. New York: Basic Books
Muller, M. N. and Wrangham, R.W. (2009) Sexual coercion in primates and humans. Harvard University Press
Nelson, R.J. and Trainor, B.C. (2007) Neural mechanism for aggression Nature Reviews Neuroscience 8:536-546
Siegel, A. and Victoroff, J. (2009) Understanding human aggression: New insights from neuroscience. International Journal of Law and Psychiatry 32:209-215
Walker, P.L. (2001) A bioarcheological perspective on the history of violence. Annu. Rev. Anthropol. 2001. 30:573–96
Artículo original: http://www.psychologytoday.com/blog/busting-myths-about-human-nature/201204/bad-the-bone-are-humans-naturally-aggressive
Traducción del inglés al español por Andrea Ruiz. Revisión por Adrián Pérez Montes.
jose pedro dice
ambos primates , o mejor chimpas, bonobos y humanos matan a otros seres vivos y se los comen. Tambien los bonobos, esta filmado ver bonobos cazando pequeños antilopes de selva y comiendolos.
Despues esta la territorialidad: tener un territorio para el clan , tiene su logica, la orden de la Naturaleza es que se tenga territorialidad, que el mas debil no se coma tu comida
Respecto a la violacion, los humanos tienen la orden de fecundar a la hembras ovulantes, igual que todos los demas machos de cualquier especie, y las hembras tienen la orden de dejarse fecundar el dia que han ovulado. El problema es que el humano «no capta» cuando una hembra esta ovulando, y siempre hay el tarado mental que igual que roba la propiedad de otro, fecunda a la fuerza a quien no desea ser fecunda, lamentablemente es una orden de la Naturaleza, o Divina, el impulso que lleva a fecundar a las hembras de la especie, para intercambiar genes y que las hembras queden preñadas, que es lo que quiere la Naturaleza