¿Qué tienen los cuentos que los hacen universalmente tan atractivos?
Publicado el 11 de octubre de 2014, por Peter Gray en Freedom to learn
Si escribe en Google la frase “leer a los niños”, encontrará un sinfín de páginas web diciéndole que debería hacerlo. En inglés, una de las páginas que aparece cerca del primer lugar tiene el inflexible (y en cierta forma chocante) título “Siete razones por las que TIENE que leerles a sus hijos en todas las edades” (Seven Reasons Why You MUST Read to Your Kids at All Ages). Otro lo titula de manera más amable “Diez razones por las que debería leerles a sus hijos”(Ten Reasons Why You Should Read to Your Kids). Luego, otro enumera quince beneficios que se obtienen al leer a los niños. La mayoría de los beneficios que se describen en estos sitios tienen que ver con la calidez y cercanía que la lectura genera entre padres e hijos, las oportunidades de conversación y mutuo entendimiento que se abren gracias a las historias, también las habilidades lingüísticas y pre-lectoras, además de las actitudes positivas hacia la lectura que los niños desarrollan cuando alguien les lee. Todas estas son buenas razones.
Pero ahora quiero centrarme en una razón que rara vez se nombra en los artículos sobre por qué deberíamos leerles a nuestros niños. Podría ser la más importante de todas. De hecho, esta razón llega al corazón del por qué los seres humanos de todas partes se sienten atraídos por la ficción y por qué esa atracción comienza a aparecer tan temprano en la niñez. La razón es la siguiente:
Los cuentos proporcionan una simulación simplificada del mundo, esta simulación nos ayuda a darle sentido y a aprender a manejarnos en nuestro complejo mundo real. En nuestro mundo real, los aspectos más cruciales y que generalmente más quebraderos de cabeza dan, son los aspectos sociales. Saber cómo enfrentarnos al mal y al mismo tiempo como actuar frente al amor, cómo reconocer los deseos y las necesidades de otras personas, cómo comportarse con otras personasy poder conservar su amistad y cómo ganarse el respeto de la sociedad en general son algunas de las habilidades más importantes que todos debemos desarrollar para lograr una vida satisfactoria. Las historias que nos gustan, y las que les gustan a nuestros niños, tratan sobre esos temas. No son explícitas acerca de cómo comportarse en el mundo social de la manera en que un sermón podría serlo. Más bien, son de carácter implícito, por lo que los oyentes tienen que crear sus propias lecciones, cada uno a su propia manera. Las lecciones construidas así son mucho más poderosas que aquellas que se imparten de manera explícita.
La atracción hacia los cuentos es un elemento básico de la naturaleza humana. Históricamente, los cuentos precedieron por mucho tiempo al desarrollo de la escritura. Todas las culturas humanas, excepto las que fueron destruidas por conquistadores y colonizadores, tienen cuentos. Los cuentos son guías para la vida. Antes de que existiera la escritura, los cuentos se transmitían de manera oral de generación en generación. Los niños escuchaban las historias y aprendían sobre las creencias y valores de su cultura. Podríamos incluso decir que una cultura sin cuentos es una cultura sin una dirección en lo moral. Los cuentos describen los conflictos y los dilemas básicos de la vida humana y nos estimulan a pensar en maneras de resolverlos. Hoy en día, en las culturas alfabetizadas, los cuentos se escriben y existe una cantidad mucho mayor de historias de la que hubo en las culturas pre-alfabetizadas y nosotros los transmitimos, generalmente, a través de la lectura, en vez de hacerlo de memoria de manera oral.
Los cuentos son simulaciones de los desafíos y dilemas de la vida
Tiempo atrás, Robert Lewis Stevenson escribió lo siguiente sobre el arte: “La vida es monstruosa, infinita, ilógica, abrupta y conmovedora; en comparación, una obra de arte es pulcra, finita, independiente, racional, fluida y mutilada. La vida se impone, con energía bruta como un trueno inarticulado; el arte capta la atención, entre los ruidos lejanos de la experiencia, como una corriente hecha de manera artificial por un discreto músico”. [1] Su punto de vista era que apreciamos el arte, incluidos los cuentos, porque ellos enfocan nuestra atención en ideas o experiencias abstractas, lejos del desorden de la vida real, por lo que podemos experimentarlas y pensar en ellas de manera más clara.
Los psicólogos canadienses Kieth Oatley y Raymond Mar han ampliado las ideas de Stevenson, de manera menos poética pero más científica, en su teoría simulada de la ficción. La ficción, ellos escriben, no es la vida, pero “es un modelo, un simulacro útil, de los individuos en la sociedad”. [2] Y en otros lugares escribieron: “Como otras simulaciones (por ejemplo, modelos computacionales) las historias ficticias son instructivas y nos ayudan a predecir y explicar situaciones, al mismo tiempo que revelan el proceso subyacente de lo que está siendo modelado (en este caso las relaciones sociales)”. [3] Ellos sugieren que estamos preparados, por la evolución biológica, a prestar atención a los cuentos, especialmente a historias sobre relaciones sociales, porque los cuentos nos proporcionan un lugar seguro y eficiente para aprender y pensar sobre tales relaciones.
Lo pondré desde esta perspectiva. Los cuentos son una manera de jugar y, como en todos los juegos, nuestra implicación con las historias es una manera de adquirir habilidades e ideas que son valiosas para vivir en el mundo real. Cuando nos metemos en un cuento, nos involucramos en un mundo de fantasía donde, precisamente porque es de fantasía y no tiene consecuencias inmediatas en el mundo real y los sucesos están simplificados y los sucesos importantes destacados, podemos experimentar los desafíos y las dificultades de manera más clara, pensar en ellos de manera más racional y desarrollar una percepción mayor sobre ellos de lo que podríamos hacerlo en una experiencia del mundo real. Podemos tratar con sucesos como “Los tres cerditos” siendo expulsados de la casa de su mamá y esforzarnos en evitar que nos coma el lobo; o con la percepción equivocada de Chicken Little de que el cielo se está cayendo; o con los juicios de Harry Potter en las manos de Lord Voldemort; o con los dilemas morales de Huck Finn mientras flota río abajo con el esclavo a la fuga, Jim; o con la pasión e irracionalidad del primer amor; o la traición de quien pensamos nos amaba.
Los cuentos que más nos atraen son sobre interacciones sociales. Esto parece ser igual tanto en la infancia como en la adultez. En una serie reciente de experimentos, los niños de hasta cuatro años mostraron una preferencia clara por cuentos de personas o animales con forma humana que los cuentos de verdaderos animales u objetos. [4] También prefieren los cuentos en que los protagonistas tienen ciertos deseos u objetivos que estén tratando de alcanzar, o que tengan problemas por superar; además prefieren cuentos de dos o más personas interactuando antes que cuentos donde actúe una sola persona. Estamos ansiosos de entender las muchas maneras, dañinas y beneficiosas, en que las personas interactúan entre ellas, quizás porque eso es lo que más necesitamos aprender para tener una vida satisfactoria.
Los cuentos pueden tener un efecto incluso mayor en nosotros que documentaciones que contienen la misma información. En un experimento, por ejemplo, algunos estudiantes universitarios leyeron “La señora del perrito” de Chejov, sobre una relación adúltera; otros leyeron un texto comparativo que contenía la misma información, pero que estaba escrito de forma documental (por ejemplo, el adulterio presentado provenía de registros judiciales). El resultado fue que aquellos que leyeron el cuento experimentaron más emoción y más cambio en actitudes que los que leyeron la explicación objetiva.[5]
Los cuentos promueven el desarrollo de la empatía
Muchos psicólogos creen que la empatía es la base biológica de la moral. Empatizar es ver el mundo, hasta cierto punto, desde el punto de vista de otra persona y experimentar, al menos en parte, lo que otra persona está sintiendo. Percibir y, en cierta manera, sentir la tristeza o miedo de otra persona es el primer paso para querer ayudar a esa persona; sentir la alegría de otro es la recompensa por haber ayudado a traer esa alegría. Incluso los infantes muestran una forma primitiva de empatía; por ejemplo, cuando uno llora en respuesta al llanto de otro. Al igual que el desarrollo de los niños, su capacidad de empatía puede aumentar o también atrofiarse, dependiendo de las condiciones, y puede desarrollarse en varias tendencias, también dependiendo de las condiciones. Un aspecto que puede tener un rol crucial en el desarrollo de la empatía consiste en los cuentos que los niños escuchen, o lean más tarde.
Fritz Breithaup, especialista en literatura alemana, ha sugerido que la ficción es un vehículo poderoso en el desarrollo de la empatía porque los oyentes (o lectores) se identifican con uno o más de los personajes de la historia.[6] Al identificarse, el oyente experimenta de manera indirecta las penas, alegrías, triunfos, derrotas y conflictos éticos del protagonista o quizás los del antagonista también. De esta manera, la inmersión en un cuento puede ser un ejercicio continuo de empatía. No solo vemos lo que cada “Cerdito” o “Harry Potter” hacen, sino que también sentimos algo de lo que ellos sentirían si fueran reales. El oyente no puede actuar dentro de la historia y afectar el resultado, pero puede experimentar las emociones y reflexionar sobre ellas.
Dado que escuchar o leer son acciones mentalmente activas y físicamente pasivas, pueden promover pensamientos y reflexiones que en la vida real no serían así posible. En la vida real, los impulsos para actuar, el estrés inducido o las autodefensas que se presentan pueden minimizar la reflexión. Pero en la ficción, donde no podemos alterar lo que sucede, todo lo que podemos hacer es sentir, reflexionar y pensar. En el proceso, podemos aprender a preocuparnos por personas que de otra manera no nos importarían mucho, incluidas personas que sean diferentes a nosotros.
Varios estudios de investigación, con niños y con adultos, apoya el punto de vista de que los cuentos promueven el desarrollo de la empatía. Una serie de estudios mostró que las personas que leen mucha literatura de ficción, especialmente ficción que trata sobre las relaciones interpersonales, tuvieron puntuaciones más altas en varias mediciones de empatía, a diferencia de personas similares pero que centraban su lectura en literatura de no ficción.[7] En un experimento llevado a cabo en un área de bajos ingresos de Toronto, la capacidad de un niño de 4 años de tomar la perspectiva de otra persona y razonar acerca de ella aumentó en gran medida como resultado de una intervención en la que los niños escucharon varios cuentos que les eran leídos por padres, profesores y asistentes de la investigación.[8]
En otro experimento, llevado a cabo en los Estados Unidos en la década de los 70, las actitudes de los niños blancos hacia los niños negros mejoraron de manera significativa como consecuencia de haber escuchado un cuento en el que el protagonista era un niño negro.[9] E incluso en otro experimento llevado a cabo en los Estados Unidos en la década de los 60, niños blancos de segundo grado que leyeron cuentos de un texto multirracial manifestaron más actitudes positivas hacia los afroamericanos, incluyendo una gran tendencia a identificarse con ellos y a incluirlos en su propio grupo; a diferencia de aquellos que leyeron cuentos de un texto tradicional donde todos los niños eran blancos.[10]
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Así que, cuando les lea cuentos a sus hijos, podría estar proporcionándoles maravillosas oportunidades de desarrollo moral. Mientras los niños escuchan los cuentos, ellos imaginan maneras de comportamiento para cuando se enfrenten con problemas reales en el mundo real; además aprenden a ver las cosas desde el punto de vista de otros. Los cuentos ayudan a los niños a superar el narcisismo, a expandir su mundo social y a aprender a identificarse con una gama más amplia de otras personas.
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¿Cuáles son sus experiencias con la lectura personal de ficción o en la lectura hacia sus niños? ¿Ha experimentado cambios en usted, en la identidad de sus niños o en las actitudes o maneras de interactuar con otros a través de los cuentos? Este blog es un foro de discusión donde sus experiencias, ideas y preguntas son valiosas y tratadas con respeto por mí y por los otros lectores.
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Referencias
[1] Cita de Keith Oatley (1999). Why fiction may be twice as true as fact: Fiction as cognitive and emotional simulation. Review of General Psychology, 3, 101-117.
[2] Keith Oatley & Raymond A. Mar (2005). Evolutionary pre-adaptation and the idea of character in fiction. Journal of Culture and Evolutionary Psychology, 3, 181-196.
[3] Raymond A. Mar & Keith Oatley (2008). The function of fiction is the abstraction and simulation of social experience. Perspectives in Psychological Sciences, 3, 173-192.
[4] Jennifer L. Barnes & Paul Bloom (2014). Children’s preference for social stories. Developmental Psychology, 50, 498-503.
[5] Maja Djikic, Keith Oatley, Sara Zoeterman, & Jordan B. Peterson (2009). On being moved by art: How reading fiction transforms the self. Creativity Research Journal, 21, 24-29.
[6] Fritz Breithaupt (2011). How is it possible to have empathy? Four models. In P. Leverage, H. Mancing, R. Schweickert, & J. M. William (Eds.), Theory of mind and literature. pp 237-288. Purdue University Press. También, Fritz Breithaupt (2012). A three-person model of empathy. Emotion Review, 4, 84-91.
[7] Raymond A. Mar, Keith Oatley, Jacob Hirsch, Jennifer del Paz, & Jordan B. Peterson (2006). Bookworms versus nerds: Exposure to fiction versus non-fiction, divergent associations with social ability, and the simulation of fictional social world. Journal of Research in Personality, 40, 694-712. También, Katrina Fong, Justin B. Mullin, y Raymond A.Mar (2013). What you read matters: The role of fiction genre in predicting interpersonal sensitivity. Psychology of Aesthetics, Creativity, and the Arts, 7, 370-376.
[8] Joan Peskin & Janet Wilde Astington (2004). The effects of adding metacognitive language to story texts. Cognitive Development, 19, 253-273.
[9] Phyllis A. Katz & Sue Rosenberg Zalk (1978). Modification of children’s racial attitudes. Developmental Psychology, 14, 447-461.
[10] John H. Litcher & David W. Johnson (1969). changes in attitudes toward negroes of white elementary school students after use of multiethnic readers. Journal of Educational Psychology, 60, 148-152.
Peter Gray, doctor, profesor investigador en Boston College, y autor del libro recién publicado Free to Learn (Basic Books) y Pyschology (un libro de texto, ahora en su sexta edición).
Otros artículos de Peter Gray en inglés:
www.psychologytoday.com/blog/freedom-learn
Libro en inglés «Free to Learn»:
www.freetolearnbook.com
Artículo original en inglés: http://www.psychologytoday.com/blog/freedom-learn/201410/one-more-really-big-reason-read-stories-children
Traducción del inglés al castellano por Eva Lespinasse.
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